Por favor pase, venga, siéntase en confianza. ¿Desea algo? No hay mucho para ofrecer, pero dígame si en algo le puedo servir, ¿Cómo?, ¿Una entrevista sobre los hermanos asesinados en Chihuahua?, pues no tengo mucho por agregar a lo ya dicho por otros, ¿sabe?, no le veo mucho sentido todo este parloteo infame de algunos medios y sobre todo del gobierno, en torno de un triple asesinato, en torno de esta violencia incesante cuya cobija envuelve a todo el país como un manto de sangre incesante, así pues, mejor hablemos nada más, como una simple charla de amigos y ya si en el curso de la plática algo le sirve para su periódico pues usted lo toma y si quiere me lo atribuye y si no, pues la verdad me da lo mismo, ¿sabe?, no es una falta de respeto, líbreme el señor, pero yo ya no me cuido de nada y como no digo nada más allá de los dichos de mis sermones y mis prédicas en la pastoral, pues tengo entera libertad de conciencia para decir cuanto quiera, porque después de tantos años desde la ordenación sacerdotal he decidido ver la vida con la perspectiva de la entera responsabilidad no sólo de mis palabras sino de mis actos; claro, claro, cómo no iba yo a conocer a Javier Campos y Joaquín Mora, si además fe mis hermanos en Cristo eran mis compañeros, no sólo de orden sino de fraternidad social desde hacía muchos años, porque yo también serví en la sierra Tarahumara cuando regresé de España, donde tuve otras responsabilidades encomendadas por la compañía, porque así somos los jesuitas, recibimos trabajos aquí y allá y como decía el Padre Pedro Arrupe, usted lo recuerda quien estaba de misión en Japón cuando cayó la bomba atómica y él se dispuso a atender a los heridos lejanos porque la explosión causó lesiones a muchas personas cuya piel estuvo expuesta a las radiaciones, a lo mejor por eso a él le quedó esa transparencia en el rostro, porque tenía ¿usted lo conoció?, la piel como cera amarillenta, bueno, él decía, somos hombres de frontera y eso mismo nos ha dicho el señor rector de la Universidad Iberoamericana, el padre Luis Arriaga, porque vamos más allá de donde los demás ya no quieren pasar, por eso nos arraigamos tanto en las comunidades rurales, alejadas, pobres, abandonadas de los demás y acompañadas por nosotros, allí donde la pobreza duele, ahí estamos y no llegamos en helicópteros para la fotografía y luego nos vamos a vivir vidas de comodidad política y lujo social; no vivimos en el Palacio Nacional, ni como capellanes siquiera; no, porque los demás se ausentan y nosotros sembramos y permanecemos en el auxilio de nuestro, prójimo y llevamos educación y servicio y oficio, pero no vaya usted a pensar este es un cura presumido; no, de ninguna manera, sólo describo un trabajo realizado en este país desde tiempos novohispanos, aunque hayamos sufrido persecución y expulsiones, pero esas son otras páginas, y esto no quiere ser una clase de historia, no vaya usted a creer; pero si me lo pregunta así de claro yo le digo, ¿sabe cuál es lo más indignante después del crimen?, ¿no?, pues la estupidez, la falsedad y Dios me perdone por esas expresiones impropias de la caridad cristiana, pero dígame si las declaraciones de la señora gobernadora; esta muchacha Maru Campos no son para indignarse, sale muy seriecita,¿ verdad?, como niña regañada y dice con una energía falsa, no vamos a permitir –en futuro, conste–, que estas cosas sucedan, ¿pero cómo puede atreverse esta niña frente a cosas ya ocurridas en el presente? ¿O a poco alguien le pidió permiso para esto?, no hay cabeza donde quepan estas tonterías, bueno si, en una cabeza vacía, hueca y no me vayan a decir ahora misógino porque se trata de una dama, no, la tontería y los discursos hipócritas no son cosa de género o de sexo; nada más faltaba, pero en verdad es para salir corriendo y como si eso no fuera suficiente, pues ahí tiene usted los rollos –así le dicen en España a la palabrería interminable, de nuestro señor presidente, quien en lugar de buscar soluciones siempre anda buscan pretextos y culpables de los hechos en el pasado; el otro día salió hasta con el pobre de Don Porfirio Díaz cuyo cadáver hace mucho tiempo se pulverizó en la tumba de Francia, y cuando nos sale con esa cosa de Felipe Calderón, otro pobre diablo, con perdón de la palabra; no de la invocación, y con las culpas ajenas y las disculpas propias, me hace pensar en un hombre sin el temperamento viril necesario para enfrentar una realidad cuando esta le es adversa a quien bien le vendría un poco de introspección, de reflexión personal de autocrítica o al menos de autoanálisis, pero quien sabe si su soberbia, un grande pecado, se lo permita, porque como decía Ignacio nuestro fundador, “el examen de conciencia es siempre el mejor medio para cuidar bien el alma”, y pues bueno, amigo, no tengo mucho tema porque mis reflexiones no tienen mucho valor o mejor dicho valor ninguno, yo soy un simple cura de pueblo y mi pensamiento se queda con las palabras del Papa Francisco, jesuita como nosotros, por cierto, quien ha exclamado no en tono de interrogación sino de alarma; “cuántos muertos en México”, pues muchos, Santo Padre, y muchos más por venir, tenga usted la seguridad, ande pues, vaya con Dios, y regrese cuando quiera para platicar, gracias, muchas gracias.
Rafael Cardona