Dice el nuevo recetario: la mejor política exterior, es la política interior. Eso es absolutamente falso. Quizá los asuntos exteriores deben ser atendidos y resueltos de acuerdo con la ideología de un gobierno y ni eso. Un ejemplo: México reconoció a China cuando Estados Unidos la reconoció y la metió a las Naciones Unidas. No antes.
Y el Nacionalismo Revolucionario, no había cambiado. Ni los gobiernos del PRI.
Sin embargo, hay tesis de alta rentabilidad. La tesis de la inclusión, en contra del “excluyentismo”, le permitió a México dominar la desinflada “Cumbre de las Américas”, hasta convertirla en la “Cumbre de las Anémicas”. Y todo con este discurso poderoso y de difícil controversia:
“…He podido escuchar que 20 países de un total de 32 que nos hemos manifestado en esta alta tribuna de América han manifestado su inconformidad con la exclusión de países de las Américas que no están aquí entre nosotros, 20. Diez no se manifestaron, se abstuvieron y dos manifestaron o dijeron estar a favor de la exclusión.
“Resumo: la mayoría de los países que estamos aquí presentes en esta Cumbre hemos manifestado nuestra oposición a que sean excluidos países de la Cumbre de las Américas…”
Como se ve esta pieza se podría llamar “el pisoparejismo” de las relaciones internacionales.
Pero si la representación internacional debe ser pareja; es decir, igual para todos; todos convidados porque eso es el multilateralismo, en cuestiones de un partido político y la designación de un candidato las cosas se deben interpretar de manera parecida.
“El presidente López Obrador es referencia no solo en los países americanos, sino en todo el mundo, vamos a vencer si seguimos adelante, si perseveramos, si no nos dividimos y no nos confundimos, vamos a vencer en el Estado de México, vamos a vencer en Coahuila y vamos a vencer en 2024, sabrá nuestra diligencia mantener unidad porque la unidad se construye con respeto, se construye cuando hay suelo parejo, se construye cuando se escucha el pueblo, ellos lo han demostrado y lo harán también aquí, que saben mantener la unidad de Morena”
El “pisoparejismo” quiere decir, no empujar a nadie por encima de los demás; es decir, no tener desde la cima partidaria un favorito o una favorita. Un partido no debe excluir de la real contienda a ninguno de sus miembros o usarlo como comparsa cuando la decisión ya está tomada. Como ahora. El elegido (no “a”) ya está decidido. Sólo falta ungirlo; esto es, consagrarlo candidato y sucesor. Y los demás, deben aceptar.
Pero lo curioso de esta petición reside en la petición misma. ¿Quién decide si el piso es parejo o chipotudo en favor de alguien? El presidente. En este caso, líder del partido. O dueño, si se quiere.
Entonces, pedirle el apisonamiento del suelo, es reconocerle la facultad unipersonal, de decidir sobre el proceso, lo cual ya hace subordinado hasta el origen de la petición. Quienes pertenecen al gabinete, no son parejos con otros militantes.
Gabinete mata planicie.
¿Entonces cuál es el sentido de oponer parejura y división? Si no hay piso parejo no hay unidad, pues entonces no habrá unidad, si ese es el requisito. Y si no hay unión, habrá división. ¿Eso quiso decir MEC?
¿Se trata de un diagnóstico o de un anuncio o de una amenaza para salirse del acto a la mitad del discurso de Mario Delgado?
No lo sabemos, pero una vez más se echan los dados a rodar. Pero todos lo saben, los dados están cargados y sin dado cargado, no habría dedo disimulado.
Pero eso es la disciplina vertical. Y lo vertical no siempre es lo recto, ni lo correcto.
Las asambleas, las pasarelas, las encuestas son gatos del mismo pelaje. Quizá el método de primarias internas –o abiertas a simpatizantes–, podría dar mejor resultado, pero tampoco sería parejo.
Rafael Cardona