Después del tropiezo en el avance de cuanta ocurrencia política ha desarrollado el presidente López Obrador, el proceso electoral en marcha en varios estados de la república es una aduana cuyo paso necesita contundencia para enfrentar con más comodidad y confianza la sucesión presidencial.
La permanencia de Morena en el Ejecutivo, pronosticada con lenguaje beisbolero por el presidente como una paliza en la elección federal por venir, necesita varios ensayos y preparativos. Además, aumentar el dominio territorial –asegurado hoy en 15 estados– pero con posibilidades de elevarse por lo menos a 19.
Y como una pieza más en el juego, el presidente necesita darle cohesión a su desordenado equipo. Al menos una cohesión aparente, cuyo verdadero ambiente de rijosidad y patadas bajo la mesa, no perturbe la idea de los electores.
No todo se debe resolver (aunque al final sea así),con los rasposos métodos de Olga Sánchez Cordero, Julio Scherer y Alejandro Gertz Manero.
Por eso el presidente convierte los fines de semana a sus “corcholatas” en panderetas. No en balde los músicos pobres se hacían de panderos, prcidsamente con “fichas” de refrescos en las rendijas de aros de madera. O lo hacían en las viejas ferias de pueblo.
Pues ahora, después de la repentina aparición de Marcelo Ebrard en un mitin de Julio Menchaca en Hidalgo, donde la borregada le gritaba –quién sabe si por chunga o por convicción, aunque lo primero es más creíble–, presidente, presidente, voz repetida ahora cuando le mandaron a la señora Claudia a reforzar el escenario. Y ella, ajena a la contaminación de la refinería de Tula y sus efectos sobre la ciudad de México, se subió al templete a enjoyar con su presencia un mitin, gris, municipal y espeso, como decía Rubén Darío en cita nunca innecesaria.
Pero no estuvo sola la señora, como Julio compite contra una mujer, Carolina Vigiano, de la alianza “Va por México”, el partido le mandó todo un pelotón de amazonas, entre las cuales estaban (¡ay!, nanita), Layda Sansores gobernadora de Campeche e Indira Vizcaíno, gobernadora de Colima. Casi como pilón mandaron a la senadora Malú Micher.
Y así arropado, diría López Velarde, con las virtudes del mujerío, Julio Menchaca avanza en su campaña cuyas cifras, dice él, le garantizan treinta puntos de ventaja, lo cual resulta dudoso porque si tanta es la superioridad, cuál es la razón para echar cada semana tanta carne al asador y convertir la elección de Hidalgo en una pasarela de precandidatos corcholateros, de los cuales nada más falta Adán Augusto, quien posiblemente llegue con su sonrisa socarrona y tropicalmente confiada a levantarle la mano al candidato a escuchar el grito otomí de presidente presidente.
La chunga es privilegio y razón del acarreado feliz.
Alguna vez, en un mitin de Ruiz Cortines:
–Viva Luis Cortínes, gritaban los sombrerudos.
Y algunos más, aburridos por el solazo, nada más decían, “Viva el que dijimos en denantes”.
Pero en la gritería del acarreo y la organización electoral hay muchos matices, como el famoso aquel de quien mandó pintar en Puebla una barda contundente.
“Tehuacán con Díaz Ordaz”:
Y el sacerdote de la ciudad, casualmente, Norberto Rivera, quien llegaría a príncipe de la Iglesia, se preguntó lamentoso:
–¿Y eso a qué sabrá?
Rafael Cardona