Y quién nos habrá dicho, si me puede usted ilustrar sobre el particular, señor mío, ese cuento de la historia terminada, ¿eh? y no me refiero a la obra de Fukuyama quien se va por otros senderos más neoliberales; no, yo me refiero a esa idea de considerarlo todo, como si ya estuviera hecho, la adecuación definitiva, eterna y perdurable del orden de las cosas tal y como las recibimos cuando hubo oportunidad, como ahora la tenemos, de incidir y sobre todo de transformar, porque la transformación es, como decirlo, la forma más poética de la revolución, palabra ante cuya sonoridad ser estremecen los potentados, los riquillos, los fifí, pues, de todos los tiempos, porque cada momento de la vida tiene sus neoliberales sus conservadores, sus antagonistas a la cosa más simple por la cual, luchamos, persistimos los políticos, los reales políticos, llamada simplemente libertad, porque la soberanía de los pueblos es el equivalente, pero en grado nacional de Estado, de territorio, de historia, de la libertad personal, y por eso no podemos seguir con esa política de hegemonía continental de los Estados Unidos, por muy grandes y fuertes como sean, porque no queremos pensar como James Monroe quien reclamó América para los americanos, pero sólo para los del norte, mientras nosotros, los de la América Mestiza –como decía Darío–, que aun habla en español y le reza a Jesucristo, nos debatimos en los pantanos infelices de la miseria, por eso les dije a los cubanos, vamos a ser un continente de felicidad, de prosperidad y adiós a la tristeza, a la raza triste, como decía Nervo, ¿siguiendo el ejemplo de quienes, de ellos, de los gringos, de esos ojos azules, como también escribió Don Amado, vigilantes detrás de la frontera, de ese yanqui feroz adorador y constructor contumaz del becerro de oro?, ¿Vamos a seguir a esos sepulcros blanqueados a los promotores de golpes de Estado y dictaduras feroces, como los somozas y los trujillos y los stroessner, los batistas y toda esa caterva de pandilleros continentales alentados por sus negocios y su inagotable sed de dominio, cuyos nombres no merecen ni siquiera las mayúsculas gramaticales, porque lo único mayúsculo en sus vidas fueron las ofensas al pueblo, a los pueblos de sus naciones y quien al pueblo ofende, a cualquier pueblo, me ofende a mí, a mi dolor de la entraña a mi nervio, a mi alma, y no, no podemos consentirlo de ninguna manera, así, pues se los digo con sinceridad meridiana, no voy y no voy, porque no es posible convalidar con mi presencia una reunión de la cual se aleje a los herederos libertarios de Martí o del gran Bolívar cuyo mejor legado, indudablemente es la actual República Bolivariana de Venezuela a cuyo gran dirigente histórico, el comandante Hugo Chávez le debemos los honores de la justicia continental, pues luego de don Benito Juárez a él también lo deberíamos llamar “Benemérito de las Américas” como a Fidel Castro “Benemérito del Universo”, a ver si así van entendiendo estos gringos montaraces –con su lógica de revolver y pistola en mano, porque solo eso saben hacer–, pero mire usted a Dios rogando y con el mazo dando y por eso ya les hemos preparado una sopita de su propio chocolate y les tenemos metidas en sus cortes las demandas contra los fabricantes de armas, a esos traficantes de la muerte, si me perdonan ustedes esa frase de extrema originalidad, pero los vamos a poner contra la pared pues aún si no ganamos las querellas diseminadas en los tribunales por mi querido Marcelo Milusos, ya los habremos exhibido como eso, como mercaderes de la muerte, traficantes del luto humano para usar una oración del enorme José Revueltas quien nos dijo en repetidas ocasiones lo grave de vivir inevitablemente junto a estos malos descendientes de Lincoln a quien poco se parecen pero no me verán en su junta de Los Ángeles y a cambio escucharán el airado discurso de presencia y protesta de Marcelo Canciller, quien tiene instrucciones precisas de leer un texto elaborado conjuntamente con Pedrito Salmerón, Paco Ignacio Taibo, Epigmenio Ibarra y el Fisgón; nomás para demostrar la calidad de la melcocha, a ver si con eso entienden estos gringos ambiciosos, hegemónicos, discriminadores, esclavistas de la memoria, cuya terquedad es insufrible, por eso para un leve aprendizaje de hasta dónde podemos llegar los mexicanos ofendidos por los desplantes contra nuestros hermanos mesoamericanos, caribeños y demás; les hemos quitado no sólo las credenciales sino hasta el hangar donde guardaban su avioncito ese de la DEA, porque ya estuvo suave; y ya si hablamos de espías y de abrazos y no balazos, clemencia y comprensión y justicia, no ley fuga o mátalos en caliente, porque esos recursos porfirianos porfiristas, pérfidos y abusivos, nomás no; ya no, para los delincuentes trato humano porque de ellos también puede ser el reino de los cielos en tanto son hermanos en la fraterna sociedad universal a la cual aspiramos de una vez por todas, tal y como lo dijimos en la memorable ocasión cuando cimbramos al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con un mensaje suficiente parea haber evitado la invasión rusa en Ucrania, pero nadie nos hizo caso entones, a ver si nos hacen caso ahora, ¿quedamos?
Rafael Cardona