Esta semana se publicó el Indicador IMEF de marzo. Debido a que es un índice construido a partir de la opinión empresarial (i.e. índice de difusión), es un indicador mucho más oportuno que los denominados ‘datos duros’ que miden la actividad económica (e.g. PIB, producción industrial). El indicador IMEF para la actividad manufacturera se ubicó en 52.3 puntos en marzo, la doceava vez que se encuentra por arriba del umbral de 50 -que separa el terreno de ‘expansión’ con el de ´contracción’-, en los últimos 13 meses. Por su parte, el indicador no manufacturero se ubicó en 52.8, con un comportamiento muy similar al manufacturero. En mi opinión, éstas son ‘señales alentadoras’. De hecho, ese fue el título que el comité técnico del propio indicador decidió ponerle al comunicado de prensa (https://www.indicadorimef.org.mx). En este sentido, en este espacio comentaré sobre algunos asuntos a nivel global que están teniendo y tendrán un impacto económico en nuestro país y después comentaré sobre algunos ‘datos duros’ de este año que el INEGI ya ha publicado.
A dos años del inicio de la pandemia más letal de los últimos cien años, el mundo se disponía a regresar a la normalidad. No obstante lo anterior, nos encontramos en el día número 40 desde que Rusia inició la invasión a Ucrania. La guerra está teniendo consecuencias muy desafortunadas con la pérdida de un sinnúmero de vidas, gran sufrimiento y destrucción física. El mundo democrático ha condenado las acciones del presidente Vladimir Putin y ante la amenaza nuclear, la respuesta inicial ha estado limitada a una serie inédita de sanciones económicas tanto de gobiernos como de la iniciativa privada. Estas sanciones han desconectado económica y financieramente a Rusia, así como a algunos otros países afines. En este sentido predomina una gran incertidumbre sobre muchos aspectos. Uno de ellos es cuál será el impacto económico de corto, mediano y largo plazo de este cisma en el orden mundial.
Hasta el momento los canales de transmisión del conflicto hacia la economía global han sido el rebalanceo de portafolios de inversión hacia activos más seguros y el incremento de los precios de varias materias primas, principalmente petróleo y granos que cotizan en los mercados de futuros, que son los principales productos de exportación de Rusia y Ucrania. Sin embargo, la guerra también está generando que se exacerbe el incremento en los precios de otras materias primas y otros productos y servicios. Esto se debe a la expectativa de que las disrupciones a las cadenas de suministro que venimos acarreando desde la pandemia tengan una mayor duración o que inclusive observen un mayor deterioro. Esto podría provocar tasas de inflación más altas y persistentes, así como eventualmente propiciar una desaceleración significativa en el crecimiento económico.
En el caso de México en particular, la economía de nuestro país se ha beneficiado en gran medida de las altas tasas de crecimiento del PIB de los Estados Unidos. Éste se ha transmitido principalmente mediante el impulso a la producción de manufacturas de exportación, así como en los flujos de remesas y turismo. Si bien las disrupciones a las cadenas globales de suministro no han permitido que México se beneficie del todo, la demanda contenida por varios productos, particularmente en el sector automotriz, tanto en los Estados Unidos, como en otras regiones en el mundo, hará que la industria manufacturera continúe siendo un motor muy relevante de crecimiento. Por el lado de las remesas, si bien el estímulo fiscal en los Estados Unidos se está disipando, la demanda contenida por construcción de vivienda en dicho país impulsará la demanda de trabajo que se encuentra altamente correlacionada con el flujo de remesas. Por último, el año pasado México recibió un flujo de turismo por más de 31 mil millones de dólares, que es un nivel similar a los que se observaba antes de la pandemia. Cabe destacar que esto ocurrió a pesar de
los fuertes brotes de las variantes Delta y Omicrón de Covid-19. Así que, en ausencia de Covid, el impulso por el lado del turismo podría ser todavía mayor en 2022.
Observando los datos sobre actividad económica en lo que va del año en México, sobresale el IGAE, que registró un crecimiento mensual de 0.4% en enero y cuyo indicador oportuno señala la posibilidad de que la actividad económica haya crecido 0.3% en febrero. Asimismo, la balanza comercial de mercancías observó una dinámica muy favorable tanto en el lado de las exportaciones, como de las importaciones. En este sentido, considero que es muy probable que las proyecciones de crecimiento de los analistas para este año, sobre todo las que se han estado revisando significativamente a la baja, pudieran ser revisadas al alza. Todo esto sin dejar de tomar en cuenta que predomina una gran cantidad de riesgos a la baja como la posibilidad de que escale el conflicto armado, la alta y persistente inflación y las mayores tasas de interés a nivel mundial, así como la incertidumbre legal que ha prevalecido en nuestro país con la llegada de la administración actual.
Twitter: @G_Casillas
* El autor es Economista en Jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
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