La semana pasada se llevó a cabo la reunión anual de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) en la ciudad de Washington, DC, en los Estados Unidos. La reunión fue muy particular en esta ocasión debido a dos temas. Por un lado, debido a que fue la primera vez desde 2019 que las reuniones fueron totalmente presenciales. Si bien ya en la reunión de otoño del año pasado ya hubo cierta participación presencial, ésta fue limitada y todavía dominó el esquema híbrido. Asimismo, a pesar de que todavía no permitieron la entrada de personal no gubernamental a las instalaciones del FMI/BM, hubo asistencia importante de inversionistas globales que aprovecharon los foros que organizaron instituciones financieras del sector privado, invitando a altos funcionarios de las secretarías de finanzas, bancos centrales e instituciones multilaterales. Por otro lado, la reunión fue muy particular también debido a que dominaron los temas geopolíticos. En los últimos dos años, el tema fue de salud por la pandemia. Este año, la guerra en Ucrania y las consecuencias en la economía global y el sistema financiero internacional.
Así, la actualización del marco macroeconómico mundial expuesta en el documento ‘Perspectiva Económica Global’ (World Economic Outlook o WEO) del FMI llevó a cabo las siguientes modificaciones a sus pronósticos. Por un lado, en cuanto a crecimiento, la tasa proyectada para el PIB mundial se revisó a la baja de 4.4 a 3.6 por ciento para este año y de 3.8 a 3.6 por ciento para 2023. El cambio de 80 puntos base en el pronóstico de 2022 se llevó a cabo principalmente debido a la revisión a la baja en el pronóstico de crecimiento del PIB de la Eurozona, de 3.9 a 2.8 por ciento. Sin embargo, cabe señalar que se revisaron a la baja las proyecciones de crecimiento de prácticamente todos los países, salvo algunas excepciones como Brasil -de 0.3 por ciento a 0.8 por ciento-, y de algunos países de la región de Medio Oriente y el norte de África. De hecho, la estimación de crecimiento del PIB de los Estados Unidos también se revisó a la baja, de 4.0 a 3.7 por ciento para este año. En el caso de nuestro país, el FMI proyecta que este año la economía mexicana crecerá 2.0 por ciento, de 2.8 por ciento hace apenas tres meses.
Llevo muchos años dando seguimiento puntual a este documento del FMI y asistiendo personalmente -y en los últimos dos años, virtualmente-, a estas reuniones y el enfoque principal ha sido sobre las proyecciones de crecimiento. No obstante lo anterior, en esta ocasión el tema principal fue la inflación. En este sentido, se ve claramente que éste no ha sido el tema clave por años. Para ponerlo en perspectiva, las proyecciones de crecimiento normalmente se localizan en la página 6 del documento y las de inflación entre las páginas 115 y 150. De hecho, en el documento no se exponen las proyecciones de inflación a nivel mundial -como en el caso del crecimiento-, sino solo por países y regiones y no se lleva a cabo una comparación con los pronósticos de la última actualización del WEO. Así, la comparación que se puede hacer es observando los recuadros ‘A6’ de este último WEO y los de octubre de 2021. En el caso de los Estados Unidos, el FMI pronosticaba que los precios al consumidor crecerían 2.6 por ciento en 2022, en su documento de octubre del año pasado. Sin embargo, en esta última entrega, el FMI proyecta una inflación de 5.3 por ciento para finales de 2022. En el caso de la Eurozona, el FMI revisó su pronóstico de inflación para finales de 2022 de 1.4 a 4.2 por ciento. Para México, el staff del FMI revisó su proyección de inflación para el fin de este año de 3.1 a 5.9 por ciento.
No es que el crecimiento haya pasado a segundo plano. Es simplemente que la mayor parte de las discusiones se centraron en el impacto inflacionario que nos encontramos experimentando a nivel global. No solo son las disrupciones de las cadenas de suministro que se generaron tanto durante la pandemia de Covid-19, como debido a la incertidumbre que generó la pandemia per se. Tampoco son solamente los cambios en los patrones de consumo de servicios hacia bienes y la serie de choques transitorios que se
fueron generando hasta crear una especie de inercia inflacionaria. Ahora está la guerra en Ucrania. Desde un ángulo de corto plazo, estamos viviendo los efectos inflacionarios adicionales por la pérdida temporal de la cosecha de granos en Ucrania, así como las nuevas disrupciones a las cadenas de suministro que el conflicto armado está dejando. Sin embargo, desde un punto de vista de mediano plazo, también estamos experimentando hoy una escalada de precios por la pérdida de la oferta de granos, fertilizantes y otros metales e insumos que produce Rusia y que las sanciones están ocasionando. A esto se le agrega la pérdida potencial de la oferta de petróleo y gas ruso, que puede ocurrir muy pronto. En mi opinión, los precios del petróleo no se han ido por arriba de 150 dólares por barril debido a que una gran parte de occidente todavía continúa consumiendo gas y petróleo ruso y porque el día en que occidente no se lo compre, tal vez haya una redistribución de dicha oferta a quien Rusia le pueda vender, mientras que quienes quieran comprarle tal vez dejen de comprarle a otros vendedores.
Twitter: @G_Casillas
* El autor es Economista en Jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
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