Por eso es clave la participación, que superaba a mediodía el 26,41%, un punto más que en la primera vuelta del pasado 10 de abril. Aunque sigue siendo inferior a la de las tres elecciones presidenciales anteriores.
Parte como favorito el candidato liberal y actual presidente de la República, Emmanuel Macron, que acudía a las urnas pasado mediodía acompañado de su esposa. A las puertas del colegio electoral se ha dado un baño de masas.
Más temprano, a las 11 de la mañana votaba su rival, la ultraderechista Marine Le Pen. Llega a estos comicios con el mayor nivel de popularidad de su historia y apelando a un cambio que la convierta en la primera mujer en conquistar el Palacio del Eliseo.
Ambos han intentado seducir a los 7 millones de votantes Jean-Luc Mélenchon, que quedó tecero en la primera vuelta. Consciente de la importancia de su posición, el izquierdista se ha limitado a pedir al electorado que no de ni un solo voto a la ultraderecha.
Dos visiones para Francia y Europa
Los programas de los dos candidatos ofrecen una visión radicalmente diferente sobre Europa, la economía, el poder adquisitivo, las relaciones con Rusia, las pensiones, la inmigración, el medio ambiente, etc.
Para contrarrestar a su contrincante, Emmanuel Macron, que salió airoso de la primera vuelta (27,85%) con una ventaja de más de cuatro puntos, ha reactivado el «frente republicano», que sin embargo parece haber perdido vigor respecto a 2017 y 2002.
La candidata del «Rassemblement National», para su tercer intento, se ha apoyado en otro frente, el «Todo menos Macron».
Los votantes serán llamados de nuevo a las urnas los días 12 y 19 de junio para las elecciones legislativas, en las que el nuevo presidente tratará de obtener la mayoría necesaria para gobernar.
Se prepara otra «tercera vuelta» en las calles, donde es probable que converjan todos los descontentos con las elecciones presidenciales, con un telón de fondo de inflación galopante, en los rescoldos aún calientes de la crisis de los «chalecos amarillos».