Juan María Naveja
López Obrador con sus decisiones le está perfilando la plataforma a los candidatos de la oposición que buscarán sucederlo. Retomar el proyecto del aeropuerto de Texcoco ya es tema central, recuperar el seguro popular, asegurar el abastecimiento de medicinas, las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo; entre otros ya son promesas de campaña de Enrique de la Madrid y Gabriel Cuadri, solo por mencionar a los que he escuchado con el tema del aeropuerto.
Los temas ahí están, por lo que ha hecho o dejado de hacer el actual gobierno, seguro la lista crecerá en la medida en que se asomen los que quieren. Así se ha observado en las últimas semanas, varios aspirantes a la candidatura presidencial, algunos mencionados por dirigentes partidistas y otros por su propia cuenta y riesgo. López Obrador sostiene que él tiene las mejores cartas, cosa que está por verse. El caso es que a la fecha ya hay más de una decena de pretendientes, pero ninguno con una ventaja considerable.
Está claro que el rival a vencer será al que elija el presidente, que llevará el aval de Morena, con ello el jefe de campaña que buscará imitar a Vicente Fox en 2006, de tan funesta memoria para el mandatario.
Para los opositores la construcción de una plataforma será al viejo estilo, con ataques a las deficiencias y promesas incumplidas, cosa que no podrá hacer el candidato oficial ¿Alguien se imagina a Adán Augusto López criticando a su amigo presidente o exhibiendo que no hubo la tal transformación?
No, la verdad es que aunque los López, Ebrard y Monreal vienen del tronco priísta que en las consejas recomendaba que una vez elegido el aspirante debería romper con el presidente en turno, es difícil imaginarse que López Obrador acepte que lo critique su candidato.
De la historia reciente se desprende lo siguiente: tras los hechos del 2 de octubre, Echeverría puso distancia con Díaz Ordaz; López Portillo no tuvo opositor, de la Madrid también lo hizo pero con discreción, prometió la renovación moral de la sociedad, una forma de deslindarse; Salinas de Gortari no se distanció; a Zedillo lo benefició el asesinato de Colosio y tras ganar metió a la cárcel a Raúl Salinas de Gortari; Fox apoyó a Calderón, pero este dejó sola a Josefina, quien perdió ante Peña Nieto, quien facilitó el camino a López Obrador, con aquello del pacto de impunidad que tanto se comenta.
Pero eso es historia, como el presidente decidió abrir las hostilidades con miras a la sucesión en el espectro ya suenan nombres de diversas procedencias que permiten anticipar que será una competencia igual que la anterior con cuatro, cinco o más candidatos en la boleta.
Al revisar el electorado es posible observar que López Obrador tiene un voto duro que sigue siendo fiel, lo demuestran las encuestas que lo aprueban pero que reprueban a su gobierno en los temas medulares. Del otro lado hay una oposición que ya se hizo presente en las elecciones del año pasado, si alguien logra articular para su causa la inconformidad ciudadana podría ganarle al candidato del presidente y de Morena.
Dicha articulación pasará por las propuestas, además de las ya mencionadas un combate serio contra la inseguridad y el crimen organizado y desorganizado, recuperar la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros y con ello reconstruir la economía nacional, promover el empleo y devolverle la esperanza a los clasemedieros, convocar a la unidad nacional, todo esto y más, por ejemplo hacer justicia a las víctimas del Covid 19, los muertos en Tlalhuelipan, en la línea 12 del metro, en Tula Hidalgo, en el hospital de Pemex en Villahermosa y castigar la corrupción en obras de la actual administración. Solo en esos casos ya habría suficiente tela de donde cortar.
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