Juan María Naveja
Del pánico pasaron al control de daños ¿Lo consiguieron? Parece que sí. Los dirigentes deportivos y las autoridades de gobierno han ido construyendo una narrativa que les ha permitido amortiguar y hasta desestimar lo ocurrido el sábado pasado en el estadio La Corregidora.
En pocos días ganó el negocio. La zozobra les duró unas horas, la Federación Mexicana de Futbol y las autoridades cerraron los bochornosos episodios con unas cuantas sanciones.
Las alarmas que se encendieron a causa de la campal en las tribunas y en la cancha se apagaron en cuanto ganó la versión de que no hubo muertos, porque, hay que decirlo, no hay indicios de asesinatos.
Al final, las partes en conflicto la van librando, van cayendo algunos protagonistas de la trifulca, los directivos tomaron decisiones blandas y de la justicia mejor ni hablamos.
El hecho alcanza notoriedad mundial porque hay antecedentes en Inglaterra y en Argentina. El Futbol es un fenómeno social que concentra las mayores audiencias, el deporte más practicado en el mundo y uno de los negocios más lucrativos, por la buena y por la mala. Su organismo rector, La FIFA tiene más afiliados que la ONU y goza de una autonomía propia de un país soberano, aunque esa fortaleza ya fue vulnerada por Estados Unidos que destapó casos de corrupción de dirigentes de varios países en el llamado FIFA Gate.
Los directivos del futbol, entraron en pánico por lo ocurrido durante el partido Querétaro contra Atlas porque el futbol mexicano ya sabe de sanciones, fue excluido del Mundial de Italia en 1990 por alinear jugadores de mayor edad de la permitida, los llamados cachirules, en las actuales eliminatorias la selección mexicana ha tenido que jugar sin público a causa del grito homofóbico.
De haberse confirmado que hubo muertos al interior del estadio la sanciones hubieran sido severas, entre ellas quitarle la sede del Mundial de 2026 que organizará con Estados Unidos y Canadá y vaya usted a saber que otros castigos, de ahí que hubo urgencia en negar el tema de los muertos.
Por muchos años los gobiernos de los tres niveles han sido omisos y complacientes, han permitido irregularidades que van desde el lavado de dinero, la reventa de boletos, venta de alcohol en la mayoría de los estadios, trámites migratorios, abusos en contra de mujeres y hombres, entre otras; por eso, lo ocurrido en el estadio La Corregidora no debe quedar solo en manos de los dirigentes, se trata del vaso rebosante que ahora se derramó.
Hace casi cinco años publiqué en El Economista un artículo titulado El lavadero del futbol mexicano (https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-lavadero-del-futbol-mexicano-20170817-0156.html), seguramente me quedé corto, porque lo que ahora trasciende es mucho más y nada recomendable.
Además de los dueños, administradores de equipos y los gobiernos, también deben asumir su responsabilidad los medios de comunicación, no son pocas las transmisiones y programas que provocan a los aficionados, sobrecalientan algunas rivalidades y hasta entre los comentaristas se producen choques más allá del análisis y el comentario.
Decía el gran Ney Blanco de Oliveira, quien jugó para el Santos, América, Oro y Atlas, que lo mejor el Futbol está en la cancha, el sábado pasado la turba hizo añicos el concepto, mancillaron el terreno de juego, ofendieron al deporte y agredieron al público.
Como aficionado me quedo con las lágrimas de Hernán Cristante y con el coraje de los campeones del Atlas.
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