Y es que auténticamente el Presidente y varios en su equipo cercano vaticinan, en cuestión de semanas o meses, la llegada de más golpes brutales en su contra provenientes de una gran conspiración nacional (e internacional), comandada por Estados Unidos, así como por varios poderosos empresarios mexicanos y españoles.
En los viejos manuales del populismo, después del coraje, las lágrimas, la victimización y la denuncia pública de un complot, viene la ejecución de la conspiración para echar abajo al poder auténticamente emanado del pueblo, y AMLO así lo ve.
De igual forma, si por alguna causa la conspiración se ralentiza (o el argumento empieza a caerse), nunca será descabellado pensar en el socorrido autoatentado; de hecho, fuentes al interior de Palacio Nacional me hacen saber que ya se tiene todo el performance planeado, en caso de ser requerido.
La verdad es que no hay complot internacional alguno para desprestigiar a López Obrador, lo que realmente hay es un gobierno que necesita de las grandes estrategias populistas para mantenerse a flote. Personas que rodean al tabasqueño, y que conviven con él a diario, dicen que asegura tener pruebas contundentes del plan de Estados Unidos para debilitarlo.
“Estábamos seguros que las lágrimas iban a pegar lo suficiente como para debilitar el asunto de la casa gris, pero nos sorprendió ver que no alcanzó, y eso no fue planeado, aunque sabíamos que el Presidente en algún momento, o en alguna mañanera, recurriría a ellas”, me dijo un secretario de despacho.
En su afán por respaldar la teoría de la conspiración en su contra, López Obrador continuará señalando a distintos adversarios, entre ellos periodistas e intelectuales, como informantes directos para el gobierno de los Estados Unidos. La idea central será, al parecer, erigirse como un mandatario revolucionario que protege al pueblo del país del norte.
Lo cierto es que al Presidente, y a buena parte de su equipo, le resulta más sencillo o menos triste, recurrir a la teoría de la conspiración que aceptar la realidad que los circunda. “Y no descartes el autoatentado como parte de los protocolos”, me insistieron.
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