Es la historia desde el primer día, la absolución de los propios y la condena de los ajenos sin importar de lo que se trate o de las pruebas que se presenten.
El combate a la corrupción fue una de las promesas que le dieron la presidencia a López Obrador, solo que hasta la fecha todo es especulación y acusaciones sin fundamento.
La más reciente fue tras el reportaje Salvando vidas y la fábrica de chocolate, el presidente López Obrador cargó contra los medios que lo difundieron, pero en ningún momento se ocupó del contenido, igual una semana atrás con el reportaje de Latinus sobre las irregularidades en las licitaciones del ejército en el aeropuerto de Santa Lucía, aunque en este caso fue más allá emitiendo un acuerdo para darse todas las facilidades en la construcción de obras al abrigo de la reserva de información con la consabida seguridad nacional.
Los militares siguieron el modelo presidencial, no hay pruebas, menos investigación, creen que con su palabra basta.
Tres años después, el desabasto de medicamentos no se resuelve, en las mañaneras el mandatario repite una y otra vez que se encontraron con un monopolio y la concentración en diez empresas que, según su decir, ganaban miles de millones de pesos, no presenta pruebas y menos recursos legales; en el camino algunos laboratorios como Pisa tienen paralizadas plantas que producen medicinas contra el cáncer, entre otras. Un trato muy diferente se le brindó a su patrocinador y dueño de farmacéuticas, Carlos Lomelí, quien ha recibido jugosos contratos desde los tiempos del gobierno del Distrito Federal.
Las descalificaciones frecuentes también se enfocan contra la española Iberdrola, que, según López Obrador, cometió una falta grave al incluir en su consejo de administración al expresidente Felipe Calderón y a quien fue su secretaria de energía, aunque no hay falta de por medio, ambos tienen las calificaciones y no existe un límite legal para asesorar a la empresa, pero al presidente le gustó para desahogar sus fobias contra lo españoles.
Varios periodistas y medios de comunicación han sido blanco de sus peroratas sin fundamento, en especial por los contratos que recibieron de gobiernos anteriores, sus denostaciones no han ido acompañadas de pruebas, a él le parece ilegal un contrato publicitario como los que su gobierno viene otorgando a los medios que gozan de su simpatía.
Con los propios pasa todo lo contrario, ignora los señalamientos o brinda peregrinas explicaciones, como su justificación por la aparición del secretario de comunicaciones en los Pandora Pappers o el olvidadizo senador Guadiana.
Con sus hermanos solo respondió a los primeros videos, dijo que Pío recibió dinero para apoyar a su movimiento, recurrió a pasajes históricos que no tienen paralelo alguno con un partido político que recibe prerrogativas. Tras conocerse la segunda entrega y la de su hermano Martín, dijo lo de siempre: son nuestros adversarios que quieren dañar el proyecto. Con la prima Felipa reaccionó pidiendo que se revisara el contrato con Pemex y nada más.
La misma benevolencia presidencial recibieron los señalamientos a Bartlett y sus hijos, Irma Eréndira Sandoval, Ana Gabriela Guevara, Zoé Robledo, su secretario particular, el director de Pemex, su propagandista Epigmenio Ibarra y otros más.
Por lo bajo hay voces que aseguran que la corrupción en el gobierno federal está igual o peor, ante los hallazgos el presidente no ordena investigaciones, solo habla, habla y habla.
Ya pasó la mitad del tiempo de su mandato y sus acusaciones no resisten la carga de la prueba.