Chris Richards es uno de los críticos de espectáculos más relevantes de The Washington Post, el diario más tradicional e influyente de la capital de Estados Unidos, y desde hoy de seguro será uno de los más comentados/odiados en partes iguales.
El título de su columna: “Los Beatles están sobrevalorados. Es nuestra culpa, no de ellos”, presenta su reseña y sus reflexiones en torno al documental Get back de Peter Jackson, estrenado en Disney+
Un registro ampliamente alabado y que de alguna forma viene a reemplazar la visión oscura que existía de sus días finales, plasmada en el documental Let it be (1970), en el que precisamente se basa el actual estreno.
Pero Richards no piensa igual. Ni aplausos efusivos ni carácter de hito. Para él, entre otros puntos, Get back es otro forzado viaje al pasado que no nos da espacio para poner fin de una vez a nuestra relación con una banda ya disuelta. Y de paso, tanto revisionismo no nos deja ver las bondades musicales del presente. También califica algunas partes de “aburridas”.
“Esta banda hizo música profundamente hermosa, y como sociedad y especie, nos cuesta mucho despedirnos de las cosas que amamos. Entonces, para facilitar las cosas a todos, nuestra cultura pop actual se inclina hacia el rechazo total de la idea de finalidad. Ninguna franquicia de Hollywood dejará de ser reiniciada, ningún metraje antiguo de los Beatles pasará desapercibido. Los ricos se hacen más ricos, nuestra imaginación se empobrece y no se permite que nada termine”, es su tesis, iniciada precisamente con el “me van a perdonar”, pero “los Beatles están sobrevalorados”.
Luego sigue: “Es por eso que muchas personas decidieron pasar casi ocho horas de sus salvajes y preciosas vidas viendo The Beatles: Get Back durante el fin de semana, una serie documental de tres partes de Disney Plus dirigida por Peter Jackson, en la que los Beatles literalmente se acercan bastante a cumplir la expectativa del consenso de que lo son todo para todos. Get back es interesante, irritante, dulce, embrutecedor, esclarecedor, castigador, satisfactorio, totalmente absorbente de vida, en última instancia innecesario y todavía bastante genial”.
Get back ofrece horas y horas de metraje de ensayo y todas las imágenes sin timón, bromas, discusiones, vacilaciones y afinación de guitarra que lo acompañan, pero trata de no desconectarte porque, mira, acaban de descubrir cómo tocar Don’t let me down. Soportar todo esto no es muy diferente de escuchar algunas de las mejores canciones jamás escritas reunidas en el piso de ventas de un Guitar Center”.
”A menos que Jackson crea que vale la pena ver casi todas las cosas que hicieron los Beatles (y podría hacerlo), la sugerencia tácita aquí es que las cosas hermosas y nítidas deben surgir del tedio descuidado”.
“Ya se ha hecho mucho alboroto sobre una escena temprana en la que McCartney parece abrir su mente y crear la canción Get back de la nada, a pesar de que durante mucho tiempo describió su proceso de composición como una frecuencia externa que de repente llega desde adentro. Y sí, es emocionante ver la melodía materializarse bajo la punta de sus dedos tan rápido, pero ¿la gente realmente se sorprende al saber que las canciones pop no se escriben en grandes escritorios de roble con bolígrafos sobre copas de coñac? Como en la vida, las canciones simplemente ocurren”.
“Es una pena que Jackson no confíe en nosotros para captar la potencia de ese momento. Cuando McCartney comienza a escribir Get back en su bajo, aparecen letras amarillas en la pantalla: ‘Lo que está a punto de surgir se convertirá en el próximo single de los Beatles’. Oooh”, escribe irónico Richards.
Sobre el cierre, remata: “También se está haciendo un mundo entero de música nueva en este mismo momento, y ya nos está pasando de largo. Sí, tenemos que hacer espacio para que el pasado y el presente coexistan en nuestras vidas de escucha, pero si estamos más emocionados por pasar ocho horas volando en la pared con los Beatles que abriendo nuestros oídos a lo que este mundo tiene actualmente, no es bueno”.
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