Martha Gutiérrez
Julio Scherer García, el fundador del semanario Proceso, el gran periodista nombrado Director por los cooperativistas de Excélsior, quien curiosamente sin tener título, ha sido el único y verdadero abogado en esa familia. Crítico feroz, cuestionados del poder, de sólidos principios y causas por delante. Justo el contraste de su hijo, Julio Sherer Ibarra junior de supuesta izquierda, mercader y pseudo operador político de Andrés Manuel López Obrador, quién hace unos días dejó el gobierno federal.
Mercader, porque son innegables sus nexos y vínculos con empresarios que acarrearon miles de millones de pesos a la campaña del actual Presidente de la República, además de ser un exitosísimo representante de múltiples empresas, principalmente constructoras que disfrutaron la bonanza económica, en la cúspide de la corrupción en la Ciudad de México durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera.
Pseudo operador, porque en ningún espacio donde haya metido la mano resultó eficaz, es decir, que hubiese contribuido a resolver problemas del Estado Mexicano. Probablemente los administró y medio resolvió, pero a costa de negociaciones muy tóxicas y dañinas para las instituciones, y muy benéficas y ventajosas para los participantes. El mejor ejemplo de ello es el depuesto presidente del TEPJF José Luis Vargas, también llamado magistrado billetes, cuya institución hoy está más manoseada que cualquier Ministerio Público del país. Otro, es la SCJN y sus nuevos integrantes, donde hoy por hoy les queda grande una Junta de Conciliación y Arbitraje. Scherer Ibarra es el constructor de la actual situación, innegable.
Por otra parte, las leyes que fueron aprobadas en estos casi tres años, son por decirlo de alguna manera respetuosa deficientes, incompletas, ambiguas y en ciertos casos hasta absurdas. La militarización del país, la descentralización del gobierno federal, la revocación de mandato, y tantas otras.
Molesto con la prensa, ordenó taparles la boca, probablemente porque se sentía evidenciado, o por lo frustrante de operar como los de antes, con disfraz de cordero y piel de lobo.
Claro, Andrés Manuel López Obrador le dio toda la confianza. Toda. En agradecimiento a los gestos que desde 2006 llevó a cabo, y no es para menos, porque fue fiel y leal hasta en la derrota.
El cariño y la confianza de que gozó fue tanta, que llegó al abuso de impulsar, financiar y hacer acuerdos con distintos actores de la ciudad, como según mis fuentes, con Fibra Uno a través de los hermanos El Mann, para resolver el asunto de un edificio ubicado en Insurgentes Sur esquina Altavista, en pleno corazón de San Ángel, entre otros. Sin comprender las consecuencias de la derrota profunda que obtuvo Claudia Scheinbaum en la Ciudad de México, y de la cual hasta el día de hoy no atinan como quitarse. Porque el nombramiento de Marti Batres es todo menos una estrategia que atienda y revierta su derrota con la clase media.
En realidad esto y el rumor de que se multiplicaron significativamente en los últimos dos años sus propiedades, contradiciendo la justa medianía que tanto pregona López Obrador de su gobierno, crearon su propia tormenta perfecta provocando su salida del gabinete.
La salida de Sherer ¿Es un ejemplo para todos los demás? Es evidente. ¿Ya sabemos por dónde camina el Presidente? Es obvio, por eso invitó a Claudia Sheinbaum al arranque del placeo político en Chiapas, lo que no ha hecho con nadie más. Ello muestra que lo que más le duele al presidente López Obrador es la debilitación de su delfín.
¿Tienen como lograrlo? La respuesta es un rotundo no. Si Julio Scherer, su mejor operador falló de esta manera, no puede esperar gran cosa de los demás, mucho menos del nuevo Sectetario de Gobernación, aunque lo presuman y lo pretendan ver como el nuevo Reyes Heroles. Porque si algo caracteriza a este gobierno es la ineptitud y falta de inteligencia.
Pero allá ellos y su torpe cabeza.
Y no es pregunta.
Enviado desde mi iPad