Persspicax
La historia se puede repetir. También puede ser modificada de acuerdo a circunstancias previamente establecidas. Lo sucedido el pasado fin de semana lo ejemplifica claramente.
Dos de los míticos y grandes templos del balompié internacional fueron mancillados. Se cimbraron hasta los más profundo de sus estructuras, a pesar de los pesares.
Quizá sin las repercusiones que en otras épocas hubiéramos visto, pero a final de cuentas Maracaná en Río de Janeiro y Wembley en Londres fueron melladas en estructuras pasando por encima de los sentimientos de individuos y naciones.
Primero fue Brasil con todos sus títulos y grandeza futbolística. Sucumbir ante su eterno rival sudamericano en su principal estadio en la final continental, recordó la tragedia en ese mismo escenario a manos de Uruguay en la década de los años cincuenta del siglo XX.
Lo único que le quedó al gigante sudamericano y a su cuestionado presidente fueron deudas, aumento de contagios por coronavirus y una enorme frustración ante el triunfo de Messi y compañía.
Y allende el Atlántico a pesar de la fiesta del Reino Unido y de contar con la localía para la final de le copa del viejo continente, el equipo de los tres leones tuvo que sucumbir ante los azurri y su talento para el calcio en serie de penales que generó enojo y el afloramiento de odios y racismo más allá de la flema y nobleza inglesa que convirtiera nuevamente en hooligans a supuestamente civilizados aficionados.
Templos mancillados y pasiones a flor de piel más allá de razonamiento e inteligencia que nos vuelven al tiempo de cavernícolas. Como diría don Manuel Seyde en sus Temas del Día de la sección deportiva en el diario Excélsior cuando lo dirigía don Manuel Becerra Acosta: La Guerra en Calzoncillos…