Ana Paula Ordorica
Este grito homofóbico de los aficionados le ha generado multas por parte de la FIFA a la selección mexicana. Como esas multas no han impedido que se siga gritando en los partidos, ahora la sanción implica juegos a puerta cerrada para ver si la afición entiende que no puede estar gritando ehhhh…¡puto! durante los partidos.
Y esto es así porque las palabras importan.
Si esto, que las palabras importan, es válido en el deporte, lo es aún más en la vida de un servidor público. Y en este caso me refiero al presidente Andrés Manuel López Obrador. Si un conjunto de aficionados debe aprender a hablar y saber qué si se puede gritar y qué no en un estadio, lo mismo aplica para el Jefe del Ejecutivo que tiene el mayor megáfono del país y que lo utiliza de manera voraz cada mañana por al menos dos horas.
El presidente se ha referido en días pasado a que las clases medias fueron quienes llevaron a Hitler al poder. La verdad es que el Holocausto comenzó con palabras, no con apoyos de las clases medias. Actualmente hay una ONG, ItStartedWithWords.org, que busca mostrar que antes de que se promulgaran las leyes antisemitas en Alemania; antes de que se destruyeran las tiendas y sinagogas de los vecindarios; y antes de que los judíos fueran obligados a entrar en guetos, vagones de ganado y campamentos de exterminio, las palabras fueron las que se utilizaron para avivar el fuego del odio.
#ItStartedWithWords es una campaña de educación digital sobre el Holocausto que publica videos semanales de sobrevivientes de todo el mundo que reflexionan sobre esos momentos que condujeron al Holocausto. Para lanzar esta campaña tuvieron una conferencia en abril pasado en Nueva York en donde se quiso demostrar con estos testimonios, como cuando solo eran palabras, los judíos en Alemania no previeron la facilidad con la que sus antiguos vecinos, maestros, compañeros de clase y colegas se voltearían en su contra. Pero eso ocurrió. Pasaron de las palabras de odio a los actos de violencia.
Cuando el presidente ataca a la prensa una y otra mañana; cuando inventa su sección de su verdad, la del “Quién es quién en los medios de comunicación”, está abusando de las palabras. Está demostrando que no sabe o no le importan las consecuencias que pueda tener decir lo que él quiera.
No estoy diciendo que quienes trabajamos en medios debemos de ser libres de crítica. Eso sería caer en lo que el propio presidente quisiera para él: solo alabanzas. Estoy diciendo que llamar a la prensa, vendida; prostituída; alquilada; chayotera; vil; el hampa; la mafia; cómplices de las atrocidades del periodo neoliberal y tantos otros calificativos en general, con señalamientos a
periodistas y medios en particular son palabras con el potencial de encender acciones que ningún Jefe de Estado que se precie de encabezar una democracia quisiera.
Cuando el presidente así habla ¿por qué los ciudadanos de a pie van a pensar dos veces repetir y hasta magnificar estas declaraciones?
El apoyo a Hitler y el Holocausto no fueron obra del apoyo de las clases medias. Ocurrieron porque de las palabras de odio se pasó a las acciones violentas. El presidente López Obrador bien haría en asomarse cuando menos a #ItStartedWithWords antes de seguir vapuleando las llamas del odio en México. Hacia la prensa y hacia todo lo que no concuerde con su visión de país.
Si a los aficionados del fútbol se les pide que midan sus palabras ¿por qué no solicitar lo mismo al presidente de México?
www.anapaulaordorica.com @AnaPOrdorica