¿Se harán los Juegos Olímpicos de Tokio en medio de una pandemia y a pesar de la creciente oposición? La respuesta es que casi seguramente “sí”.
“Salvo un Armagedón imprevisible, se harán”, declaró el integrante del Comité Olímpico Internacional (COI) Richard Pound al diario británico Evening Standard.
Los juegos se encuentran en un estado de emergencia como consecuencia del COVID-19, pero el vicepresidente del COI, John Coates, asegura que se inaugurarán el 23 de julio, con o sin estado de emergencia.
Para empezar, hay miles de millones de dólares en juego, un contrato que favorece enormemente al COI y la decisión del gobierno japonés de realizar la justa, que podría ayudar al primer ministro Yoshihide Suga a conservar el poder.
Estos factores están pesando más que las críticas de los organismos médicos por el temor de que los juegos ayuden a propagar variantes del COVID-19 y al pedido de cancelación de uno de los patrocinadores de la justa, Asahi Shmbun, el segundo diario de mayor venta de Japón.
Los japoneses, por otro lado, dicen haber invertido 15 mil 400 millones de dólares en los juegos (mucho más, según auditorías) y quieren justificar ese gasto. China, un rival geopolítico, por su parte, se apresta a montar los Juegos Olímpicos de Invierno en 2022, seis meses después de los juegos de Tokio, y podría sacarles mucho provecho si la justa de verano se cancela.
El COI, por su parte, difícilmente los suspenderá por su cuenta, dado que puede perder miles de millones de dólares en derechos de transmisión y patrocinios.
Si bien se vende como una liga deportiva de naciones, el COI es un negocio multimillonario que percibe el 75 por ciento de sus ingresos de los derechos de transmisión. Un 18 por ciento lo aportan sus 15 patrocinadores más importantes.
Andrew Zimbalist, economista del Smith College de Massachusetts que ha escrito mucho sobre los juegos, calcula que el COI podría perder de 3 mil 500 a 4 mil millones de dólares si se cancelase la justa. Recuperarían solo entre 400 y 800 millones con los seguros que tiene en caso de cancelación.
El COI fue sacudido por varios escándalos de corrupción en las últimas décadas. El presidente del comité olímpico japonés tuvo que renunciar hace dos años en un escándalo que incluyó sobornos a miembros del COI. Algo parecido sucedió cuando Río de Janeiro obtuvo la justa del 2016.
De todos modos, “los juegos son una marca muy fuerte. Única. Un monopolio”, expresó Zimbalist. “No están regulados por gobierno alguno y se sienten invulnerables”.
La comunidad médica ofrece una resistencia persistente, pero inefectiva. La Asociación de Médicos de Tokio y el Sindicato de Médicos de Japón pidieron la cancelación, lo mismo que otras agrupaciones de médicos y enfermeras.
El New England Journal of Medicine dijo que la decisión del COI de seguir adelante con la justa “no se basa en la mejor evidencia científica”. Y The British Medical Journal pidió en un editorial de abril “reconsiderar” la realización de los juegos.
Suga, no obstante, sigue adelante.
“La realidad es que se ha puesto en marcha toda esta maquinaria y, políticamente, a esta altura no se puede dar marcha atrás”, declaró Aki Tonami, profesora de relaciones internacionales de la Universidad de Tsukuba en un email enviado a la AP. “El sistema japonés no está preparado para hacer un giro radical de 180 grados a esta altura”.
El COI se escuda detrás de la Organización Mundial de la Salud, que publicó dos ediciones de “manuales” con protocolos a seguir durante los juegos.
Se han hecho algunos ensayos de esos protocolos en tiempos recientes, con pocos problemas.
“Me sentí más que a salvo”, afirmó el velocista estadounidense Justin Gatlin en una de esas pruebas. “Sé que a muchos deportistas no les va a gustar nada esto, pero se han tomado medidas para que todos estemos a salvo”.
Japón ha tenido muchos menos contagios que países como Estados Unidos, Brasil o la India, aunque preocupan un poco las variantes del virus.
Los deportistas deben hacerse dos pruebas de COVID-19 antes de viajar a Japón y otra a su llegada. Una vez en Japón, deberán someterse a pruebas constantes. Unos 15 mil deportistas olímpicos y paralímpicos vivirán en una burbuja en Tokio.
A ellos se suman decenas de miles de personas entre jueces, periodistas y cuerpos técnicos, más y la “Familia Olímpica”. Los organizadores locales dijeron que esa cifra ya se redujo en un 50 por ciento respecto a la original, que era de 180 mil personas. Se prohibió la llegada de aficionados del extranjero y en cualquier momento se anunciará si se permitirán aficionados locales.
El COI dice que más del 80 por ciento de los residentes de la Villa Olímpica estarán vacunados. En Japón solo del 2 al 3 por ciento de la población esta vacunada y la mayoría de la población no se habrá vacunado cuando comiencen los juegos.
A pesar de las garantías de que estarán “a salvo” en Tokio, los deportistas deben firmar un documento en el que asumen los riesgos de un eventual contagio del COVID-19.
La justa debió realizarse el año pasado. Ya fue postergada una vez y el COI ha dicho que es imposible aplazarla una segunda vez.
Fuente: https://www.elfinanciero.com.mx/