En días pasados el presidente de la república lanzó una idea siniestra: la clase media mexicana es tan indefinible como poderosa. Tanto como lo fueron sus correspondientes en la Alemania de los años 30 y la chilena de los años setenta.
Audaz maroma intelectual de nuestro adalid, cuyo rigor en el análisis político es tan escaso como abundantes son su osadía, su instinto y su refracción a la crítica.
Y todo porque su partido fue arrollado en ocho alcaldías de la Ciudad de México. Bocado imposible de tragar.
Con ese. Motivo he reunido algunas citas e ideas de varios especialistas en torno de este tema, no sin antes reflexionar en un hecho: de los treinta millones de votos con los cuales Don Andrés se subió a la silla, la mitad –o mucho más–, fueron emitidos por esa clase media cuyo estamento equivalente (puesto por él mismo), fomentó en Chile un golpe de Estado (¿entones no hubo represión, sino regocijo; no hubo exilio, hubo aplauso infinito?) o el encumbramiento de Mussolini, a quien terminaron colgando de las patas en un gancho de carnicería.
Esa forma de analizar la historia es absolutamente esponjosa y pueril.
Comienzo con Enrico Malatesta, el anarquista por excelencia:
“La discusión y las querellas han continuado sobre tantos otros puntos, y los exclusivismos igualmente. La simple convivencia no ha existido jamás; cada cual se cree superior al adversario en doctrina. Se está disgregado, desmenuzado así, y no se sabe ya reunirse para una actividad en común, cuando sería lo importante. Así la pasión, el fanatismo dominan siempre; pero la idea de la convivencia solidaria ha sido lanzada y el porvenir la realizará, cuando, con las dictaduras materiales, sepa romper también las dictaduras intelectuales…”
Esta idea de la convivencia solidaria, se parece mucho al ideal tetramorfósico de un humanismo sin egoísmo y un mundo sin aspiracionistas y por tanto conformista y resgignado, como la maceta en el corredor, porque toda aspiración implica la necesidad de sobresalir y sólo se sobresale –en el capitalismo feroz y la sociedad sin valores, amante del becerro de oro–, pasando por encima de los otros, sin reparar en los medios.
La Cuarta Transformación, en su capítulo ético nos propone y ofrece, al mismo tiemopo, una sociedad sin engaños, sin falsedad, sin mentira. En esas ideas inscribo este parlamemntre de Rodolfo Usigli en “El gesticulador”:
“…donde quierea encuentras impostores, impersonadores, simuladores; asesinos disfrazados de sabios, cacíques disfrazados de demócratas, charlatantes disfrazados de licenciados, demagogos disfrazados de hombres. ¿quién les pide cuentas? son unos gesticuladores hipócritas…
“…Todos usan ideas que no son suyas, todos son como las botellas que se usan en el teatro, con etiqueta de cognac y rellenas de limonada; otos son rábanos o guayabas, un color por fuera y otro por dentro. Es una cosa del país. Está en toda la historia que tu no conoces.
“…Pero tu mírate tú. Has conocido de cerca a los caudillos de todos los partidos, porque los has servido a todos por la misma razón, los más puros de entre ellos han necesitado siempre de tus manos para cometer sus crímenes; de tu conciencia para recoger su remordimiento…”
Dice Rob Riemen en su conocida obra “Para combartir esta era (Consideraciones urgetes sobre el fasciosmo y el humanismo):
“…”Ginsburg (Leone) se unió a la resistencia porque sabía que la cultura y la libertad no pueden existir una sin la otra. También sabía que el fascismo –que siempre brota en nombre de la libertad– sólo quiere la destrucción de la libertad…”
Y una idea más, esta de Federico Fellini:
“…El fascismo siempre surge de un espíritu provinciano, de una falta de conocimiento de los problemas reales y el rechazo de la gente –por pereza, preuicio, avaricia o arrogancia–, a dar un significado más profundo a sus vidas.”