A diferencia de lo que había rumorado en determinados sectores de las redes sociales y de la prensa británica, que no han dudado en apuntar al supuesto ‘disgusto’ que le habría dado su nieto Enrique al revelar temas de la familia real en su mediática entrevista a Oprah Winfrey, la muerte del duque de Edimburgo el pasado 9 de abril se debió, única y exclusivamente, al deterioro físico derivado de su avanzada edad. Hay que recordar que el consorte de Isabel II habría cumplido 100 años este mes de junio.

Según el diario británico Daily Mail, que habría tenido acceso al informe redactado por el jefe del servicio médico de la casa real, Sir Huw Thomas, en los minutos posteriores al deceso del príncipe, este se habría limitado a señalar su «avanzada edad» como el motivo de tan triste desenlace, descartando por tanto cualquier tipo de enfermedad o anomalía en su fallecimiento.

El propio palacio reveló en su comunicado que Felipe de Edimburgo había muerto «en paz» y sin sufrimiento alguno.

Cuatro días después de su fallecimiento, el secretario privado del príncipe, Archie Miller-Bakewell, incorporó oficialmente su deceso en los registros del ayuntamiento de Windsor, donde se ubica el castillo real en el que el aristócrata residió durante los últimos meses de su vida.

El citado documento expone el nombre completo de Felipe de Edimburgo: «Su Alteza Real, el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, anteriormente conocido como Príncipe Philippos de Grecia y Dinamarca, anteriormente conocido como Philip Mountbatten».

Asimismo, el informe presenta las dos principales ocupaciones de su vida: «Oficial de la Marina» y «Marido de Su Majestad la Reina Isabel II, la Soberana».

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