Martha Gutiérrez
Indudablemente que el PRI creado por Plutarco Elías Calles fue la institución política más importante del siglo XX y lo que va del XXI, en México y Latinoamérica. En estos días la «victoria» mexicana del concurso de Miss Universo es una de las mejores muestras de ello.
Irónicamente el actual Presidente López Obrador se encarga de recordárnoslo. Si, pero como un remedo mal hecho de lo que hizo Salinas de Gortari en los noventas al comprar la corona del famoso Concurso de Belleza.
Andrés Manuel López Obrador todos los días recuerda las estrategias del PRI, en una mezcla de entre admiración, envidia y el odio que le tiene. Lo hace de distintas maneras, principalmente criticándolo e intentando por todos los medios de desaparecerlo, y como karma ese odio se vuelve contra el mismo. El PAN es su contrincante electoral y su rival, pero en el fondo, política, psicológica y culturalmente simplemente no puede con el PRI. Todo lo que piensa, planea y hace es en términos de ese partido: la forma en la que pretende aproximar el presidencialismo, cómo intenta controlar el sistema político y civil, cómo pretende aproximar la economía e incluso en como dicta la narrativa comunicacional. Su ofuscación le impide ver que el PRI, jamás intentó hacerlo a través de un solo hombre, mucho menos a partir de instintos sustentados en una profunda ignorancia. Por el contrario, el PRI creó un sistema de pesos y contrapesos que abarcaban a los distintos pilares de la sociedad para dentro de un todo, poder dirimir los asuntos particulares.
En cambio Andrés Manuel, solito, sin ninguna plataforma, experiencia en sistemas o habilidad ejecutiva, pretende hacer lo que toda una institución compleja construyó a lo largo de más de 80 años. Sin embargo intentemos entender un poco más el problema personal y psicológico que López Obrador ha trasladado al país entero.
De arranque, AMLO y el 99% de los militantes de Morena fueron siempre los apestados del PRD, a quienes no les alcanzaba la fuerza electoral, política o territorial para ocupar los cargos, por los que durante años luchó ese partido para hacerse de un espacio en la política mexicana, los mismos personajes que a su vez anteriormente habían sido los renegados del PRI que allá por los años ochentas no tuvieron espacio. Como el multiusos Porfirio Muñoz Ledo, y el junior Cuauhtémoc Cárdenas, que aprovechándose de su apellido post revolucionario crearon este pequeño esfuerzo como salida a miles de renegados más. Enarbolaron derechos, causas y las banderas correctas. Claro que era un cambio necesario y profundo, sin embargo también vino acompañado de una gran carga de resentimiento personal. Al igual que el futbolista que nunca pudo llegar a jugar como titular y culpa al Director Técnico, o el menor que es rechazado en equis escuela o universidad y culpa a los colegios o los maestros, o como alguien a quien su frustración le hace pensar que en la vida, los logros solo se obtienen a través de la desgracia de otros.
Cualquiera de estos ejemplos puede aplicar a Andrés Manuel López Obrador. O mejor dicho, es el mejor ejemplo de todos juntos. Sobre todo, porque aún cuando con mucho esfuerzo logró ganarle a quienes ha odiado toda su vida, ahora que por fin llegó no sabe que hacer en ese lugar. En lo único que atina a concentrarse es en seguir criticando a todos, menos a él mismo. Pero además, debemos agregar un elemento muy preocupante, y es quienes integran su equipo en el Ejecutivo, los personajes claves en su partido, y a quienes tiene en el Congreso de la Unión. Porque podremos criticar al PRI de hoy por su estado de pauperización intelectual y política, sin embargo en su momento sus líderes de las cámaras y del partido, tenían rumbo.
Pero mi intención no es crear un ambiente de nostalgia o de falsa comparación, sino mostrar una causa que hoy resulta relevante. Ya que en lugar de concentrarse en gobernar, la paranoia les lleva al grado de ver su imagen en un espejo y atacarse, porque hasta en su propio reflejo ven a un adversario. Su karma los delata.
Como el desastre de la línea 12 del metro, que provocó un accidente de consecuencias fatales y su desesperada intención de taparlo inmediatamente, ahora está poniendo en riesgo el cobro del seguro que tenían contratado, ya que evitó llevar a cabo los peritajes de las compañías aseguradoras, que como en cualquier siniestro deben llevarse a cabo. Por si fuera poco y en su afán por distraer la atención, Marcelo Ebrard, de manera burda intervino en el concurso Miss Universo, para luego presumirlo como un triunfo propio. Sin embargo y a pesar de todos sus esfuerzos los ciudadanos le atribuyen la responsabilidad del lamentable accidente en el que 26 personas perdieron la vida y decenas más resultaron heridos, a él, a Mario Delgado, y a Claudia Sheinbaum. Ellos, intentan defenderse, pero simplemente ni saben, ni les sale, ni hay forma.
Total, que a mitad del sexenio de la transformación de cuarta, y a dos semanas y media de la elección, lo que tenemos es una franca decadencia política.
Y no es pregunta.