Tras la indignación que genera la tragedia en la Línea 12 del Metro, se escuda una profunda tristeza y desesperanza. El accidente es un símbolo más de otros derrumbes incuestionables, que tienen que ver con el incumplimiento de las expectativas que levantó en campaña Andrés Manuel López Obrador.
Después de 29 meses de gobierno, este gobierno no puede ofrecer resultados que respondan a un proyecto claro y con dirección. La frase “Primero los Pobres” queda enterrada ante la prioridad de las mega obras presidenciales. Por eso, el accidente refleja otras caídas.
Al derrumbe acudió la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum y se ordenaban los apoyos a las víctimas y sus familiares, que los buscaban con esperanza. Por su parte, el Presidente estuvo ausente, lejos de los acontecimientos y de la gente, enclaustrado en el Palacio, esperando su “mañanera” para mandar pésames y decretar el luto, sin empatía alguna con las personas lastimadas en el accidente. Esa actitud es muestra de otro derrumbe que afecta la imagen Presidencial.
Los derrumbes del Presidente de esta semana se acumulan con los reveses que le ha propinado recientemente el Tribunal Electoral; con la suspensión que ordenaron los jueces a la nueva Ley de la Industria Eléctrica; con la reformulación que hizo la Suprema Corte de Justicia sobre la Consulta Popular que pretendía juzgar a los ex – presidentes de México; con la decisión del Congreso de impedir que la revocación de mandato o la consulta popular se realizara el mismo día de la elección federal; con el objetivo de figurar en la boleta este 6 de junio.
Quizá estos derrumbes expliquen lo que parece ser la desesperación presidencial. Estas semanas, cuando faltan 30 días para la Jornada Electoral, buena parte de la “mañanera” se dedicó a proponer la desaparición del INE y los organismos autónomos. Esa fue una evidencia más del agotamiento y derrumbe de la palabra presidencial, sobre todo porque es evidente la falta de popularidad de un exabrupto de ese tamaño, que solo muestra el interés de imponer voluntades, olvidando el sentido democrático de la toma de decisiones.
Algo muy serio debe de preocupar al Presidente de la República que perturba su manejo político y las características de su discurso. En medio de la tragedia de la Línea 12 del Metro, toda esta semana el Lic. López Obrador ha optado por enfrentarse una vez más con los medios de comunicación, con gala de intolerancia.
Por otra parte, burlándose del INE y de la Constitución, el Presidente insiste en interferir en el proceso electoral, con énfasis en la elección de Nuevo León. Sin pudor alguno criticó a uno de los candidatos y defendió a su partido. Quizá el temor presidencial provenga de que visualiza un nuevo derrumbe, esta vez electoral, que le impediría imponer su voluntad sin contrapesos.
Ese miedo pareció más importante que los 25 miembros del pueblo mexicano que perdieron la vida esta semana, a bordo de un transporte público.
Aletia Molina
@AletiaMolina