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Debajo del tapiz de la CDMX: Martha Gutiérrez

Publicado por
José Cárdenas

Martha Gutiérrez

En el contexto de la tragedia vivida por el accidente en la línea 12 del metro de la CDMX, en el lapso de una semana, a partir de una operación casi guerrillera de mordaza y censura en contra de periodistas, y con amenazas directas a los medios de comunicación por parte de funcionarios del régimen actual, para evitar que el asunto desborde el control que tanto ambiciona e impone Andrés Manuel López Obrador, surgen historias que contar.

Historias que como en las novelas, se dividen en capítulos, o series de televisión que en episodios cortos y punzantes relatan fragmentos de una larga trama.

Así, el primer capítulo bien podría destacar la historia de éxitos del metro de la Ciudad de México, desde su construcción para los Juegos Olímpicos de 1968, hace más de 50 años, y que durante décadas se destacó por ser la red de transporte público más amplia en el mundo, la más eficiente, ejemplo de diseño e ingeniería por haber sido edificado sobre suelo lacustre, pero además fue hecho y ampliado por gobiernos emanados del PRI, a quien hoy denomina el actual régimen ser el partido más corrupto de la historia, y que curiosamente desde que quedó en manos de la izquierda, está en las condiciones más deplorables de seguridad, mantenimiento, operación y a punto de quedar prácticamente inservible.

Otro de los capítulos bien puede evidenciar como uno de los hijos de ese régimen priista tan odiado por López Obrado, renegado tecnócrata cuyo padre político es otro símbolo de la trama y la tragedia que diseñaron su huida hacia el Partido Dr la Revolución Democrática, no sin antes pasar por el Verde Ecologista (como diputado) fallando en el intento de crear un partido político propio, para convertirse después en íconos en el PRD y así lograr uno la Jefatura de Gobierno, a pesar de haber sido destituidos por el entonces Presidente de la República Vicente Fox, y el otro Senador de la República ocupando el espacio que la Constitución Federal le asignaba a un joven. Sí, Camacho Solis con ayuda de Miguel Barbosa amenazó a militantes perredistas para evitar que impugnaran el abuso político-electoral cometido. Ese capítulo, aunque obvio para unos, no lo es para otros y me refiero a Marcelo Ebrard Casaubón y Manuel Camacho Solís.

Un capítulo más, sería para estos mismos personajes, que decidieron construir la única línea de metro en la historia de la mal llamada Izquierda de México, como estrategia y vehículo para lanzar la candidatura de uno de sus consentidos, Mario Delgado, quien también ha resultado un absoluto fracaso. La línea dorada nació con las deficiencias y fallas de origen, propias de esos funcionarios, equivocaciones y corrupción desde la proyección, planeación y ejecución de la obra, mala selección de materiales, estructuras, contratistas y supervisores (Slim y Horcasitas), a sabiendas del riesgo constante que representaría para los usuarios, aún así apresuraron su inauguración en un acto de irresponsabilidad criminal. Como consecuencia de las deficiencias la «Línea Dorada», está debería someterse a un mantenimiento preventivo costoso y permanente para evitar un accidente fatal (como el que sucedió hace unos días).

El capítulo final es para quien en derecho romano llaman el furiosi descendiente político de Ebrard, Miguel Ángel Mancera, quien abandonó todo acto político, incluyendo la atención y denuncias penales necesarias contra los responsables de los errores de la Línea 12 del Metro que ponían en riesgo la integridad de los usuarios que diariamente utilizarían ese medio de transporte, para elegir la vida buena. Y también para su sucesora Claudia Sheinbaum, quien ni siquiera comprendió las magnitud del problema que le estallaba en las manos, por atender sus ambiciones personales de ser la primera monarca mujer en México, simple y sencillamente omitió el asunto, porque sabía perfectamente la situación tan delicada en que se encontraba, ya que funcionarios de altísimo nivel de su administración como Alfonso Suarez del Real, se desempeñó varios años como Subdirector General de Administración y Finanzas del Metro, justamente supervisando mantenimiento, u otros tantos que hoy se esconden.

¿Cómo termina la novela? Por supuesto que en tragedia. Como se puede tener un final distinto, cuando llevan 30 años renunciando a la razón, actuando por ambición y por instinto. Porque cuando se juega con la vida de seres humanos de ninguna manera nada termina en éxito.

Y no es pregunta.

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José Cárdenas