El 30 de abril de 1924 se establecieron las garantías de los pequeños con la firma de la Declaración de Ginebra. En México se adoptó el 30 de abril como la fecha de celebración, tras la firma de la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños. Abril, por lo tanto, es un mes significativo donde no sólo tenemos la oportunidad de festejar a la infancia, sino también de reflexionar sobre los retos que debemos superar para que todas y todos los niños mexicanos puedan desarrollarse con plenitud.
La tarea es impostergable: poco más de 18 millones de niñas y niños menores de 15 años viven en condición de pobreza en México. Y el termómetro del grado de civilidad y desarrollo de un país, es la situación de infancia.
El ser humano y los niños aprenden por la imitación, imitan a quien quieren, a quien admiran por eso es vital la relación con maestros y con los papás.
Por imitación es como los niños aprenden a hablar, a comer, a relacionarse, los niños son unos espejos de los papás, en toda su forma de ser. Así también aprenden en la escuela, ya que crean con la maestra un vínculo de confianza y cariño, todos tenemos buenos recuerdos de alguna maestra que quisimos mucho.
Cada familia tiene sus creencias y experiencias pero en toda esta locura nadie se ha puesto a pensar en la salud mental de los niños y de cómo lo están viviendo ellos, pongámonos en sus zapatos y seamos empáticos con las necesidades de ellos y velemos por que estén en calma, hay que darles una contención desde el cariño más preciado para que esta época la recuerden como la mejor, porque sus papás siempre estuvieron presentes.
Sin embargo, en México, más de cinco millones de niñas y niños menores de tres años no tienen acceso a un programa de cuidado infantil, lo cual expone a estos pequeños a una serie de riesgos, que van desde los accidentes hasta la violencia sexual, como advierte la organización Save The Children México.
Antes de la actual pandemia de Covid-19 ya había miles de padres, madres o cuidadores no contaban con opciones seguras para que sus hijas/os entre los cero y seis años de edad pudieran recibir cuidados y comenzar con la educación inicial y preescolar.
Muchos de ellos, no tienen un esquema de protección social que les permita acceder a centros de atención infantil, guarderías u otros espacios de cuidado, como parte de un escenario que podría agravarse aun más, ya que en 2020 la tasa de empleo informal ascendió a 54.2 por ciento, equivalente a 27.6 millones de personas en todo el país.
A lo anterior se suma el retroceso en el acceso a servicios, que deriva del desmantelamiento de programas públicos de cuidado infantil como el caso de los programas de Estancias Infantiles para apoyar a madres trabajadoras, el de Atención a Jornaleros Agrícolas, y los recortes a programas como Escuelas de Tiempo Completo y Educación Inicial de CONAFE.
Este “abandono institucional”, además de provocar rezagos en su educación y desarrollo, les pone en grave riesgo, ya que son los hogares los espacios en donde se presentan el 72.6 por ciento de los accidentes en menores de 4 años de edad, muchos de los cuales sufren lesiones que les provocan daños de salud permanentes. Además, la falta de estos espacios de cuidado los hace ser más vulnerables frente al abuso sexual infantil.
Los niños mexicanos quieren jugar con sus amigos, ir a la escuela, vivir en hogares donde prevalezca el respeto y la armonía, disfrutar de la protección de una familia. Quieren agua limpia y un medio ambiente sano. Es nuestro deber moral garantizarles estas condiciones. Toda la política pública, y los tratados y leyes internacionales, establecen como un elemento prioritario en el quehacer de los Estados, el interés superior del niño.
Invertir en la niñez es invertir en el futuro. Significa romper el ciclo de pobreza que a lo largo de décadas ha aquejado a muchas familias mexicanas.
Aletia Molina
@AletiaMolina