Es de vergüenza la manera como los partidos políticos tratan de convencernos para ir a votar el próximo 6 de junio cuando se renovarán 500 diputados del Congreso federal; quince nuevos gobernadores; 1,063 curules en 30 congresos estatales, además de 1923 alcaldías. Total 3,501 puestos para los cuales compiten 21 mil candidatos, en números redondos.
Será el proceso electoral más grande y complejo de la historia, lo cual no justifica el sufrimiento de otra epidemia para la cual no hay vacuna: la propaganda de los partidos políticos, cuya perniciosa malignidad nos va a contagiar a todos porque para esa enfermedad social no hay vacuna ni remedio.
Los partidos políticos, financiados con dinero de nuestros impuestos, saturan sin piedad los tiempos en radio y televisión.
Tan grave como la metralla de anuncios políticos es evidente su altísimo nivel tóxico.
¿Quienes inventaron esto de veras piensan que el dinero público se les regala a los partidos políticos para dispersar mentiras, rencores y venganzas y avivar el encono nacional?
¿En verdad están seguros de que así, y sólo así, es como la gente va a obtener la mejor información para decidir por quién votar?, pregunta Álvaro Cueva, comentarista de los medios de comunicación en Grupo Milenio.
¡Pobre televisión! ¡Pobre radio! ¡Pobre público!, clama el experto.
Y tiene razón. Las campañas son un insulto, una invitación a no exponerse a los medios, a no votar, a mandar todo al demonio.
¿Qué tienen que ver estas campañas de odio con la democracia?
¿Cómo quieren los partidos que uno se sienta orgulloso de ser mexicano si nos dicen que vivimos en un país de porquería?