Mario Delgado se ha convertido en lo que Morena juró nunca convertirse: un sistema despótico, tributario, de puro y simple interés, intrigoso, mentiroso y simulador. Pero sobretodo en su soberbia está barriendo parejo con el partido de Andrés Manuel López Obrador.
Más allá de sus recientes declaraciones solicitando la renuncia de los consejeros del INE por haber regulado en materia de sobre representación, qué ocurrió en 2018, o los ofensivos actos de violacion de derechos civiles, económicos y sociales de la población. Que no se limitan a la necedad sostener la candidatura de Felix Salgado Macedonio a pesar de que éste enfrenta procesos por delitos de abuso y violación, sino a lo que está haciendo en el reparto de las candidaturas de Morena en materia federal y local.
El presidente de Morena ha simulado encuestas, que nadie ha visto, ni siquiera nadie ha recibido por teléfono cuestionario alguno; ha decidido engañar a políticos de primer, segundo y tercer nivel en negociaciones, como a su propio jefe Marcelo Ebrard y a Claudia Sheinbaum, en su ambicioso intento de asegurar su candidatura a la Jefatura de Gobierno; pero sobretodo ha decidido eliminar a absolutamente todos los políticos pensantes que pudieran darle una imagen seria a la tan vapuleada 4T.
En una actitud que ni siquiera en lo peores momentos de arrogancia del PRD, o del PRI (no incluyo a el PAN ya que desde su inicio siempre han designado candidaturas por intereses en canonjías, más que en democracia), Mario Delgado ha cancelado por completo la democracia hacia el interior de Morena, y lo observaremos en cuanto se publiquen las listas de diputados federales por el partido gobernante.
En una suerte de embudo, filtró las candidaturas con el argumento de la supuesta “encuesta” puso y quito a quién quiso y cómo quiso, en medio de un total hermetismo los dejó llegar hasta el final, para darles un portazo en la cara y de esta forma evitar que se registraran en otros partidos. El saldo, resentidos por aquí y por allá, apostando a pulverizar a la oposición con el fin de buscar la primera minoría, arrinconando al INE y al TEPJF, así es como Mario Delgado opera el derecho a participar hoy en Morena: el acceso al poder.
No sé si debemos agradecerle ser el artífice de la estrepitosa caída de Morena y su regresión disfrazada de 4T o ponernos a llorar, ante el lamentable y pobre escenario político, que prevé un verdadero desastre electoral, una olla de presión a punto de estallar. Aunque él y su jefe piensen que pueden controlar la aplicación, interpretación y ejecución de la ley.
Si Claudia Sheinbaum, Julio Scherer, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, y el propio Andrés Manuel López Obrador no controlan la esquizofrenia de Mario Delgado, rápidamente se convertirá en el boomerang más grande del que se tenga conocimiento.
Porque tarde o temprano todo se regresa, sino pregúntenle a «los neoliberales del pasado».
Y no es pregunta.
