Ya no estamos en tiempos ni de frases bonitas ni de mentiras piadosas. Al contrario, si hay un momento de definiciones claras, es ahora. Por eso lo constato: no soy feminista y no me apena aceptarlo. Al contrario, siento que es mi obligación explicarlo.
No me malinterpreten, creo plenamente en el valor de la mujer. Me refiero a que no creo en el feminismo extremista que busca, más que la igualdad de género, que les paguen hasta por no dejarlas votar hace 100 años.
Desde antes de la Conquista y hasta hace no mucho tiempo, las mujeres no podían ni heredar. Al morir el padre, se repartían los bienes entre los hijos, los yernos o los hermanos del difunto. A las mujeres se les negó por muchísimo tiempo la ciudadanía y el poder decidir con quién se casarían. Asimismo, se les negó hasta hace poco, el derecho de votar y ser votadas, por considerarlas iguales a las personas con discapacidad mental. Y hasta hace casi nada, si la mujer era infiel, los hombres podían asesinarlas y su condena en prisión era la de un delito menor.
Aun en el año 2021, en México, por “usos y costumbres”, los hombres de pueblos originarios pueden vender a sus hijas —incluso menores de edad— al mejor postor o intercambiarlas por cervezas o para pagar deudas de juego. Y en muchos lugares sigue siendo más penado robarse una vaca, que violar a la esposa. Eso sin siquiera considerar que, en promedio, las mujeres ganan una tercera parte menos que los hombres por el mismo trabajo realizado.
Nuestra configuración actual, sistemáticamente, privilegia la desigualdad entre géneros y causa la opresión de las mujeres, quienes lo mismo son acosadas en cualquier lado, que menospreciadas en la escuela y en el mundo laboral, que agredidas por su independencia, que sobajadas por su sexualidad activa o asesinadas con humillación, sólo por ser mujeres.
Todo lo anterior se llama patriarcado. Y los hombres por siglos han sido sus beneficiarios, por educación y por conveniencia. Incluso, muchas mujeres enseñamos a los hombres a mantener el statu quo, porque a su vez, fuimos enseñadas y educadas en esa misma inercia.
Luego, entonces, aunque esté en contra de los feminicidios y la violencia de género y cada día sea más consciente del patriarcado no puedo ser feminista ni aunque lo quiera. Y no quiere decir que esté bien o mal.
Tampoco creo en la igualdad, somos diferentes los hombres de las mujeres, pero sí creo en la igualdad de oportunidades. No creo tampoco en llenar cuotas de género, las mujeres somos capaces de llenarlas si nos lo proponemos.
No puedo cerrar los ojos a que existe violencia, maltrato, abusos y demás eventos en contra de las mujeres y que es nuestra responsabilidad cuidarnos, protegernos y sobre todo prevenir, pero tampoco creo que la generalidad sea esa violencia.
Conozco a muchas mujeres maravillosas que me han enseñado el camino de que todo se puede: tener una posición de liderazgo en trabajos muy exigentes, ser capaces de administrar empresas, manejar cientos de personas, tener familias unidas, tener grupos de amigos en quién apoyarse y ser un referente en la comunidad en la que se mueven.
¿Habrían podido llegar solas? Posiblemente. No hay límites para una mujer con grandes sueños, pero creo (y hablo por experiencia propia) que es más fácil llegar si cuentas con apoyo de en ese camino.
Creo en el hogar. No hay nada mejor para el alma que tener un lugar al cual regresar.
Creo en la familia. Cercana y extendida. Debería ser nuestro pilar más fuerte.
Creo en el matrimonio. La vida compartida es más llevadera.
Creo en los mentores. Todos deberíamos tener gente a nuestro alrededor, mucho mejores que nosotros, que nos hagan esos cuestionamientos que no nos atrevemos a hacernos, que nos llevan al límite y nos ayudan a encontrar soluciones.
Creo en el aprendizaje constante. La vida es un mar de enseñanzas y cerrarnos al conocimiento implica ir muriendo poco a poco.
Creo en el trabajo. Es gratificante entregarnos a una actividad remunerada que nos llene.
Por todo lo anterior, no cabría en la definición de feminista. Concuerdo más en la maravillosa frase del mexicano de “tu casa es mi casa”. Si todos viviéramos así, dejaríamos de querer pisotearnos entre géneros, lograríamos que cada quien llegue a sus sueños ayudado por los demás.
@AletiaMolina
Aletia Molina