Hace casi un siglo, en sus últimos días, el líder ruso Vladimir Ilyich Ulyanov -mejor conocido como Lenin-, se dio cuenta de que el haber desaparecido el sistema de precios en la Unión Soviética, había causado que se perdiera una señal vital para el funcionamiento de la economía. Los precios indican si un mercado está teniendo un incremento de la demanda y es necesario producir más o por el contrario, al contar con una menor demanda, se necesita producir menos y evitar desperdicio, entre otras cosas. Otra parte del sistema de precios que desapareció fue el del precio del trabajo: Los salarios, que también proveen señales vitales a la economía sobre cómo funciona el mercado laboral. Como ya sabemos, en ausencia de estas señales, la economía no funcionó. Yergin y Stanislaw (2002) ejemplifican esta situación como si de repente se eliminaran todos los semáforos de las calles. Esto causaría un verdadero caos en las calles y avenidas, habría un sinnúmero de accidentes y no se lograría ni eficiencia en el transporte, ni equidad en los derechos de los conductores.
Al prohibir los precios, el gobierno soviético quería hacer eficiente la producción y lograr una mejor distribución entre la sociedad al llevar a cabo un ‘balance material’, en el que una instancia gubernamental decidía qué bienes y servicios, así como la cantidad que debían producir o proveer para poderlos distribuir mejor y minimizar el desperdicio (Manove y Weitzman, 1978). Este modelo llevó a la Unión Soviética a una crisis económica muy profunda en 1921, en la que se estima que más de 5 millones de rusos fallecieron por hambruna en menos de dos años (Ryan, 2012). Por cierto, cabe destacar que esto pasaba en la Unión Soviética, mientras que el mundo occidental vivía una bonanza económica en ‘los tremendos veintes’. Así, Lenin vio las desastrosas consecuencias de haber eliminado el sistema de precios, ya que fue una política que no solo no abonó a lograr los objetivos de eficiencia y redistribución, sino que fue en contra de dichos objetivos y que resultó en pérdida de vidas humanas. Asimismo, otro asunto que se hizo evidente fue que el sistema de precios no funciona en ausencia de propiedad privada, que también había sido prohibida al terminar la Revolución Rusa de 1917.
Así, en uno de sus discursos finales -antes de fallecer en 1924-, Lenin exhortó al politburó a que reestablecieran el sistema de precios y la propiedad privada para productores agropecuarios y pequeños negocios. Asimismo, para mantener el control del sistema económico y no permitir que ‘el capitalismo rapaz’ se adueñara de la economía, declaró que el gobierno tenía que quedarse a cargo de la producción y distribución de energía -e.g. petróleo, carbón-, del ferrocarril y de las minas, a los que denominó ‘las Alturas Dominantes’. Acto seguido, sus ‘camaradas’ del Partido Comunista vieron las propuestas de Lenin como una traición a los principios marxistas de los bolcheviques y todos sabemos lo que sucedió después. Para mantener un sistema económico que no funcionaba, se tuvo que instrumentar una política autoritaria represiva por muchos años que entre otros horrores, incluyó campos de concentración. En mi opinión, tantos años de tiranía y un sistema económico disfuncional, terminaron por matar el espíritu liberal y el empredurismo de la sociedad rusa y de otros países que formaron parte de la Unión Soviética.
Para Lenin, un punto clave para tener el control económico era que el gobierno se quedara principalmente con las fuentes de energía. Es aquí en donde veo un paralelismo con las ideas de nuestro presidente. Cabe señalar que yo creo que Andrés Manuel López Obrador no converge con una sola ideología. Al contrario, el tipo de políticas que ha propuesto y que está ejecutando son una mezcla de ideas de derecha, de izquierda, conservadoras, liberales, socialistas y capitalistas. Por eso ha sorprendido a nivel global, por ejemplo, que México haya sido uno de los muy pocos países que no haya instrumentado un paquete de estímulo fiscal significativo para atajar el impacto económico de la pandemia de Covid-19. Como todo, esto va a tener costos y beneficios, pero el punto que deseo enfatizar aquí, es que uno de los objetivos más importantes del
presidente es tener el control sobre el poder económico. Lo que se ha hecho en materia petrolera, así como proponer una iniciativa preferente para modificar la Ley de la Industria Eléctrica van en esa dirección.
No obstante lo anterior, hoy por hoy, tanto la historia, como los avances tecnológicos nos han enseñado que esta no ha sido la mejor forma de tener el control sobre el poder económico. Por un lado, es muy factible que en pocos años, con pocos paneles solares y una batería de última generación, en cada hogar se pueda generar la electricidad suficiente para todos los servicios y cargar un automóvil eléctrico. Así, no importará tener el control de la electricidad y el petróleo como lo conocemos hoy para tener el control sobre el poder económico. Por otro lado, la historia nos ha enseñado que la forma de parar el capitalismo ‘rapaz’, sin matar el espíritu emprendedor y el crecimiento económico, es con un estado de derecho fortalecido y sólido, en un sistema de democracia liberal.
Referencias
Manove, Michael y Martin L. Weitzman. “Aggregation for Material Balances”. Journal of Comparative Economics, 2(1), 1978, pp. 1-93.
Ryan, James. Lenin’s Terror: The ideological origins of early Soviet state violence. Londres, Reino Unido: Routledge, 2012
Yergin, Daniel y Joseph Stanislaw. Commending Heights: The battle for the world economy. Washington, DC, Estados Unidos: Free Press, 2002
Twitter: @G_Casillas
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF.