El actual gobierno ha dividido la Historia Patria en cuatro segmentos llamados transformaciones. El primero refiere a dejar la dependencia de España con aquel famoso grito que el cura Hidalgo lanzara al aire hace doscientos diez años para despertar conciencias.
El cura y sus seguidores pasaron a la historia con su decidida participación en aquella gesta heroica. La mayoría de ellos fueron fusilados por los virreyes Venegas y Calleja.
He querido mencionar este antecedente para referirme a una acción que no debió ocurrir por respeto patrio y por salud mental.
Me refiero a aquella famosa exhumación que llevó a cabo el gobiernillo de Calderón en mayo de 2010 dizque para honrar a los héroes independentistas. Un gobierno de derecha festejando y celebrando a verdaderos liberales que se enfrentaron, con su vida, a los conservadores del siglo diecinueve. La mayoría de los mexicanos consideramos un ultraje a su recuerdo.
Pues, efectivamente se exhumaron los restos habidos en la Columna de la Independencia y que supuestamente pertenecen a aquellos avezados mexicanos que nos dieron Patria y Libertad. Salieron de sus urnas centenarias: Juan Aldama, Ignacio Allende, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero, Miguel Hidalgo y Costilla, José Mariano Jiménez, Mariano Matamoros, Francisco Javier Mina, José María Morelos y Pavón, Andrés Quintana Roo, Leona Vicario, Guadalupe Victoria, y Víctor Rosales.
El motivo por el cual se asolearon las memorables osamentas fue la celebración del Bicentenario de la Independencia Nacional. Acción irrespetuosa y voluntariosa. También se manifestó que serían estudiados por los hombres de la ciencia y además serían debidamente identificados y clasificados. El gobierno federal interrumpió el sueño de libertad de los padres de la Patria.
Pregunto: ¿qué les habrán estudiado a unas calaveras mondas y lirondas? y ¿cómo los identificaron y para qué?
Los estudios antropológicos que se hicieron a los restos de aquellos hombres y mujeres ilustres no fue más allá de dilucidar cuánto medían, cuánto pesaban, a cuál género pertenecían, cuál fue la edad aproximada de su desaparición, cuál era su apariencia por lo que toca al color de la tez y el cabello, y ya, nada más. No se determinó si era zurdo, o cómo era su escritura, ni mucho menos la intensidad de su corriente ideológica. No lograron adentrarse en sus vidas personales para saber cuáles fueron sus gustos, sus ambiciones, sus conocimientos, sus amores, sus temores; sólo lo que narran los cientos de historiadores, y nada más.
Por otra parte, la identificación se logra con lo que la ciencia médica conoce como el ADN, o sea la comparación, en tiempos cercanos, con individuos de su propia familia o grupo sanguíneo. En este caso los tiempos eran muy lejanos como para encontrar en la segunda década del siglo 21 familiares de quienes murieron en la segunda década del siglo 19, hace más de doscientos años, nada más. La llamada huella genética puede utilizarse para identificar víctimas de accidentes en masa, o para realizar pruebas de consanguinidad.
El ADN contiene información histórica, de manera que, comparando secuencias de ADN, los genetistas pueden inferir la historia evolutiva de los organismos, o sea lo que se llama filogenia, que significa origen de las razas, las tribus, pero nada más. El término también se usa en la lingüística histórica para referirse a la clasificación de las lenguas humanas; en general el término se utiliza en su sentido biológico. Si se comparan las secuencias de ADN dentro de una especie, los genetistas de poblaciones pueden conocer la historia de poblaciones particulares. Por otro lado, el ADN también se utiliza para estudiar relaciones familiares recientes.
Y si esas identificaciones hubieran arrojado finalmente que no son, ¿en dónde están? ¿Lo iban a hacer público para que todo el país se riera una vez más?
A partir de 1811, la hermosa cabeza del Padre de la Patria estuvo expuesta en una de las escarpias de la Alhóndiga en Guanajuato. Allí fue acompañada de las cabezas de Ignacio Allende, Juan Aldama y José Mariano Jiménez. ¿No fue suficiente exhibición como para que en 2010 los exhumaran y volvieran a presentarlos como objetos de teatro y zalamería?
Los héroes que nos dieron Patria y Libertad son inmortales. No están en la Columna de la Independencia, ni en el Castillo de Chapultepec, ni en ningún museo. Están en el Panteón de la Patria, en donde solo hay espacio para aquellos que derramaron su sangre para alimentar la simiente de la Nación mexicana. Eso no se retribuye con nada, y menos con estudios e identificaciones.
El 30 de septiembre de 1958, en el homenaje al Siervo de la Nación, otro gran mexicano Andrés Henestrosa pronunció estas bellas palabras: “Porque los héroes no mueren, los héroes no duermen, los héroes no reposan; los héroes van y vuelven sobre la tierra hasta que sus sueños no se cumplen, hasta que sus obras no acaban de realizarse”.
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