Rafael Cardona, en su Cristalazo, consideró que el presidente tiene las facultades de ejercer el poder que la Constitución le otorga.
Sin embargo, como líder de sus simpatizantes ejerce la facultad de dictar las normas morales para llevar a cabo una transformación de los valores, para lo cual se armó de un equipo encargado de elaborarlas, con un resultado muy cuestionable, que deriva hasta lo cómico.