Mientras no cambiemos a la oposición en México, el «renovado» PRI (enfundado en Morena) seguirá gobernando. Una oposición construída con base en intereses personales es el mejor escenario para que este gobierno de cuarta se perpetúe. Es importante que lo tengamos claro cada vez que culpemos o pretendamos hacer responsable a Andrés Manuel López Obrador de la situación política en México.
El estado en el que se encuentra el país, es resultado de una construcción política que desde 1982 se vino agravando con la incorporación de intereses, fundamentalmente económicos, de diversos políticos y actores sociales a la vida política. Esto no significa que antes no hayan existido, la diferencia es que no constituían la razón de estado y el fin en sí mismo.
Historia conocida es «Sí por México», la versión moderna de el «Pacto por México», donde la misma «elite» pretende repartirse el billete de lotería sin siquiera haberlo jugado.
Un ejemplo puntual de como funciona el sistema nos lo dió hace unos días la diputada federal por Movimiento Ciudadano Martha Tagle, cuando publicó en sus redes sociales que no buscará la reelección utilizando las siguientes palabras:
«No me voy a reelegir. Estoy convencida de que ciudadanía debe tener opciones entre cuáles elegir y partidos están obligados a llevar a mejores perfiles que representen causas no intereses de grupo. Debe haber cancha pareja entre quienes se reeligen y quienes juegan por 1a vez.»
Hago énfasis en «intereses de grupo» porque es por demás conocido, y lo dicen los propios actores en reuniones públicas y privadas que la candidatura número 1 a diputado plurinominal por la circunscripción 4 (Ciudad de México, Tlaxcala, Puebla y Guerrero) fue entregada por Dante Delgado a Salomón Chertorivski, mientras que la número 2 de la lista esta reservada para Alejandra Barrales, candidata perdedora por el PAN y MC a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en 2018. Es evidente que este partido no aspira a más, si logran obtener la plurinominal 2, ya será un gran triunfo.
Vale la pena recordar que en la elección del 2018, los plurinominales de los partidos aliancistas que destacan fueron Miguel Ángel Mancera y Jorge Romero por el PAN, Héctor Serrano, Mauricio Toledo, Víctor Hugo Lobo (local) y hasta Leonel Luna (quién no logró refugiarse en el fuero a pesar de ir en el número 4). Es decir, los alegres compadres que destrozaron a la Ciudad de México en casi todas sus vertientes, y a quienes la población los repudió en urnas.
Los mismos que situaron los intereses económicos personales por encima de la política y que pretendieron monopolizar el poder a costa de la izquierda y de las necesidades de los ciudadanos. Esos mismos intereses que Chertorivski pretende reinsertar vía constructores y la promesa de recursos por los que a cambio le otorgaron la candidatura #1 de la lista y una ingenua promesa de ser candidato a Jefe de Gobierno en 2024.
El mismo pago para Alejandra Barrales solo que ella en una segunda posición, además de otorgarle la plurinominal 1 para el Congreso de la Ciudad de México a su chofer-asistente Royfid Torres.
Por eso, aunque Martha Tagle hubiese querido buscar la reelección, era imposible.
Es una pena, ya que no sólo fue desperdiciado el activo político y que como persona representa a nivel nacional Martha Tagle, sino que fue relegada porque ella sí comprende en su más amplia extensión, el concepto de representante popular y ha dado voz a diversos grupos de la sociedad que buscaban incidir, en lugar de los intereses personales de un grupo. Se ha conducido fiel, leal, institucional, pero sobre todo honesta, en un mundo de tiburones al acecho.
También es una pena, que elección trás elección sean los mismos intereses de unos cuantos los que triunfen, los de unas minorías rapaces, incompetentes, ineptas y sobre todo inseguras. Aunque este sea un triunfo pírrico porque cada vez son más chiquitos, justifican el discurso, narrativa y victorias del partido en el gobierno, que tampoco tiene mucho que presumir.
Por eso, en lugar de celebrar las palabras de la diputada nos deberíamos indignar, hablar cada vez más fuerte y más alto sobre los verdaderos intereses que se mueven detrás de las cortinas de la democracia.
Porque es cierto, la verdad nos hará libres.