Mientras muchos países luchan con una segunda ola del coronavirus, Finlandia ha logrado frenar el alza de nuevas infecciones y las ha llevado hasta el nivel más bajo de Europa, ayudado por el hecho de que el distanciamiento social es algo natural para sus ciudadanos.
Aunque su ubicación nórdica remota y tener una de las densidades de población más bajas de Europa juegan a su favor en la lucha contra el COVID-19, esto ayuda también a que a muchos fineses les guste el espacio personal y la soledad.
“Quizás la zona de confort personal finlandesa es un poco más amplia que en otros países europeos. Nos gusta mantener a la gente a un metro o más de distancia, si no empezamos a sentirnos incómodos”, dijo Mika Salminen, director de la autoridad de salud pública de Finlandia THL.
El domingo, el número acumulado de 14 días de casos de COVID-19 en Finlandia por cada 100.000 habitantes se situó en 54,2. El promedio europeo es de alrededor de 576 y el país más afectado, Luxemburgo, está en 1.302,8 casos, según datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades.
En un sondeo del Eurobarómetro, el 73% de los encuestados fineses dijo que las medidas de confinamiento de la primera ola fueron muy o bastante fáciles de afrontar, incluido el 23% que las consideraba “incluso una mejora” en su vida diaria.
Muchos han podido pasar más tiempo en la naturaleza o tener saunas en sus cabañas de verano junto al lago.
“Nos gusta estar en soledad vagando por los bosques y nadando en los lagos, muchos fineses han disfrutado de haber podido alejarse de las ciudades”, dijo Kristian Wahlbeck, director de la Asociación Finlandesa de Salud Mental (MIELI).
En abril, los esfuerzos iniciales del gobierno para contener el virus fueron respaldados por la tasa más alta de trabajo remoto de Europa, con casi el 60% de los empleados fineses trabajando a distancia, según un estudio de Eurofound.
Cerca de 2,5 millones de los 5,5 millones de habitantes se descargaron de manera voluntaria la aplicación de rastreo de contactos del gobierno, una tasa con la que los colegas de Salminen en las autoridades de salud pública de otros países europeos solo pueden soñar.
“En realidad, es un factor clave en nuestra estrategia, que se basa en un umbral muy bajo para las pruebas, el rastreo de contactos (…) y la cuarentena”, dijo Salminen.
Después de la primera ola, los casos diarios de COVID-19 cayeron a cerca de cero en julio, pero el gobierno mantuvo algunas de las restricciones de viaje más estrictas de Europa, lo que permitió a Finlandia ingresar a la segunda ola desde un nivel de base muy bajo de infecciones.
“En un autobús nos sentamos en un asiento doble libre y eso es como un distanciamiento social natural para nosotros y es, creo, cómo nos educan”, dijo Juha, un profesor de la región capitalina.
Fuente: https://lta.reuters.com/