Con la decisión del Reino Unido de salirse de la Unión Europea (#Brexit) y el triunfo de Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, se consolidó una nueva era de populismo a nivel global, que ya se venía ‘cocinando’ desde algunos años atrás. Considero que el incremento de la desigualdad socioeconómica a nivel global -a partir de la crisis económico-financiera global de 2008-2009 y las políticas que se instrumentaron-, así como de la disponibilidad de información -no siempre cierta, desafortunadamente-, en los teléfonos celulares, particularmente vía redes sociales, propició la aceptación de discursos populistas, llenos de verdades sobre la problemática, pero llenos de mentiras en cuanto a la solución de dichos problemas. Así, los Estados Unidos se convirtieron en una fuente de inestabilidad geopolítica. Hace poco menos de cuatro años escribí en este mismo espacio: “…el hecho de que sin esconder sus intenciones y basado en tantos antivalores, le haya permitido (a Trump) ganar una elección es lo que más preocupa y entristece. Una vez más, vuelve a quedar claro que si bien Estados Unidos ha sido pilar de estabilidad macroeconómica y geopolítica por décadas, hoy se ha convertido en una fuente de inestabilidad (“La presidencia de Trump es un retroceso para la humanidad; no hagamos lo mismo”, 24 de enero, 2017).
Sebastián Edwards -profesor de economía de UCLA-, y el desaparecido Rudy Dornbusch definieron el populismo como: “una serie de políticas públicas que enfatizan en el crecimiento y la redistribución del ingreso, desestimando riesgos inflacionarios, deterioro de las finanzas públicas, restricciones externas y la reacción de los agentes económicos a políticas agresivas que no son de mercado” ( “La macroeconomía del populismo en Latinoamérica”, The University of Chicago Press, 1989). Considero que hoy en día, la autonomía de muchos bancos centrales hace que no se desestimen los riesgos inflacionarios. Sin embargo, desafortunadamente las demás consecuencias siguen siendo una realidad, incluyendo el deterioro de las finanzas públicas, a pesar de que se adopten políticas de austeridad y la falta de confianza de los empresarios para invertir, que es una reacción de los agentes económicos ante la simple intención de instrumentar políticas anti-mercado.
En este sentido, al inicio del gobierno de Trump comenté que tanto sus discursos, como sus decretos observaban tres características: (1) Desean dar cumplimiento a las promesas de campaña “de la noche a la mañana”; (2) se encuentran cerca de la frontera de sus facultades; y (3) la realidad es la que se está imponiendo (“Trump, ¿’Hasta la vista, baby’ o ‘I’ll be back’?”, 31 de enero 2017). No obstante lo anterior, lo que más me preocupaba es que esto podría permear a países emergentes: “Estas no son buenas noticias para el mundo, porque en ausencia de algún error que lo lleve a juicio político, Trump podría extender su estadía como presidente hasta cuatro años más y permear el populismo hacia países emergentes…” (“Populismo en Latinoamérica”, 14 de febrero, 2017).
En mi opinión, el pasado sábado que se anunció el triunfo de Joe Biden -candidato del Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos-, en Pensilvania -otorgándole más de los 270 votos del colegio electoral necesarios para ser presidente-, se dio inició al fin de esta nueva era de populismo en el mundo. Se le dio un adiós al insulto, a la división, al populismo, al racismo, a la ignorancia, al mercantilismo nacionalista y al mismo tiempo, la bienvenida a la civilidad, la unidad, la institucionalidad y el respeto e impulso a la ciencia. Ganó la sensatez, la prudencia y lo más importante, la búsqueda de mejores decisiones para todos.
En el tema económico, sin embargo, no veo mucha diferencia entre Trump y Biden en el corto plazo: (1) Considero que las tensiones con China continuarán -ahora sin aranceles y sin insultos, pero continuará-, y esto beneficiará a México; (2) el T-MEC continuará firme; y (3) Biden no podrá aumentar los impuestos.
En el corto plazo, debido a la pandemia y en el mediano plazo porque parece que el Senado estará en manos Republicanas. Adicionalmente, si los llegara a subir, considero que el impacto económico negativo de corto plazo podría compensarse con mayor inversión en México al equiparar la estructura impositiva. Ahora, en el mediano plazo, considero que es muy factible que observemos tensiones por el tema ecológico. Una tensión totalmente bienvenida para que corrijamos el rumbo energético en México.
Sin embargo, lo más relevante es que en el mediano y largo plazo, Estados Unidos, el mundo y México ganan con Biden al regresar al proceso de globalización, a exaltar los valores universales, la ciencia e ir mitigando el populismo, que tanto daño hace y que no arregla ningún problema realmente. Ahora considero que se podrá regresar a la lucha verdadera por lograr la igualdad social, racial y socioeconómica.
Twitter: @G_Casillas
*El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF