Empezó fuerte Kamala Harris, pero se quedó ahí. “El pueblo estadounidense ha sido testigo del mayor fracaso de cualquier administración presidencial de nuestra historia”, ha dicho en su primera intervención, preguntada por la moderadora acerca de la gestión de la pandemia del coronavirus por parte de la Administración Trump. A partir de ahí, sin embargo, la senadora demócrata no ha logrado impedir que el veterano vicepresidente se llevara a su terreno, tema tras tema, sin apenas excepciones, el debate de los candidatos a la vicepresidencia de Estados Unidos.
En los dos meses desde que Biden la eligió como compañera de ticket, la senadora demócrata ha mantenido un perfil bajo en la campaña. Esta noche era la hora de Kamala Harris. La semana pasada, en el debate presidencial, las expectativas estaban tan mal para Joe Biden que, a pesar del bronco espectáculo que ambos ofrecieron, pudo salir exhibiendo una victoria. Esta noche, las expectativas estaban muy altas para la candidata demócrata. Y difícilmente se puede defender que las haya cumplido.
Ha sido un debate muy diferente al que protagonizaron Trump y Biden. Mucho más rico en sustancia política y, en parte por la prohibición (no siempre respetada) de interrumpir al contrincante, mucho más respetuoso. Ha habido momentos de tensión, como corresponde a un debate entre rivales políticos, pero nunca han descendido a la descalificación personal. Y ese es el primer terreno en el que Pence parece haber descolocado a Harris. Lejos de las formas agresivas de su jefe, el vicepresidente ha exhibido una educación exquisita desde la primera intervención, y eso le ha permitido esquivar hábilmente las preguntas que no quería y llevar el debate a su terreno.
A partir de esa primera intervención de Harris, los titulares los ha puesto Pence. “Senadora, deje de hacer política con las vidas de la gente”. “Biden y Harris apoyan el aborto pagado con fondos públicos hasta el momento mismo del nacimiento”. “Joe Biden quiere volver a la rendición económica con China”. Pero el principal éxito de Pence, con 210.000 muertos por el coronavirus, con un brote de covid en la Casa Blanca, con un presidente infectado que acababa de difundir un vídeo en el que habla de la enfermedad como “una bendición de dios”, es que ha logrado salir indemne del bloque del debate dedicado a la pandemia.
Pence, a quien Trump encomendó la gestión de la crisis sanitaria, ha logrado sonar compasivo, presentarse como alguien que entiende la gravedad de la pandemia y, a la vez, defender que la respuesta de la Administración ha sido genial. “No pasa un día sin que piense en todos los americanos que han perdido a alguien”, ha dicho el vicepresidente, brindando a la aspirante la oportunidad de sacar a relucir los recientes comentarios del presidente de que “no hay que tener miedo de la covid” y que es “mucho menos letal” que la gripe común. Harris no ha recogido el guante.
Las técnicas de un astuto Pence para hacerse con el debate han sido variadas, pero destacan dos: una, ignorar educadamente las preguntas de la moderadora y continuar la respuesta a una pregunta anterior en la siguiente, de modo que despojaba a Harris de la posibilidad de responder y le permitía a él decir la última palabra en asuntos de los que, sobre el papel, le convenía huir; y dos, obligar machaconamente a su rival a responder a sus preguntas con un sí o un no.
Esta última técnica le ha permitido salir airoso del tema del polémico relevo en el Tribunal Supremo. “¿Van ustedes a ampliar el número de jueces de la Corte?”, le ha preguntado a Harris. Se refería Pence a la posibilidad de que, si los republicanos logran consumar el relevo en el tribunal antes de las elecciones, los demócratas aumenten el número de magistrados, si ganan la mayoría en el Senado, para neutralizar el sesgo conservador que habría dejado como legado la Administración Trump. Harris no podía responder sí o no, básicamente porque no dependería de ella, y ni siquiera estrictamente del presidente. Pero al insistir en la pregunta, Pence ha logrado trasladar la idea de que son los demócratas los que tratan de hacer una maniobra poco ortodoxa, y no los republicanos, que son los que en realidad se disponen a cubrir una vacante del Supremo a menos de un mes de las elecciones, contraviniendo el criterio que esgrimieron para impedir que Obama nombrara un juez diez meses antes de los comicios de 2016.
El vicepresidente ha logrado poner a Harris a la defensiva incluso en un terreno donde, a priori, deberían sentirse tan cómodos los demócratas como es el de la lucha contra la crisis climática. Cierto es que ha recurrido a las falsedades, y ha soltado frases como que Trump “ha dejado claro que vamos a seguir escuchando a la ciencia” en asuntos de medio ambiente. Pero al insistir en que Biden promete “abolir los combustibles fósiles” y “acabar con el fracking”, medidas que en realidad no forman parte de su programa, y al meter el dedo en la llaga de las contradicciones de la candidatura de Biden con el Green New Deal, Pence ha logrado mantener la iniciativa también en este bloque donde tan poco tiene que presumir la Administración Trump.
Por varios motivos, el debate de esta noche de los candidatos a vicepresidente era más presidencial que nunca. El contagio de Trump de covid ha puesto sobre la mesa la importancia de la vicepresidencia. El presidente tiene 74 años y Biden, 77. El primero, aunque gane, no podrá presentarse otra vez; el segundo ha sugerido que su presidencia sería una de transición hacia una generación nueva de líderes. En esos términos, cabe decir que Mike Pence ha empezado hoy su carrera presidencial para 2024. Y se ha reivindicado como un activo de los republicanos para apelar a los votantes de moderados que se le escapan a Trump. Harris, por su parte, ha desaprovechado su hora.
Fuente: El País