Ana Paula Ordorica
En la detención sorpresiva del General Cienfuegos el pasado 15 de octubre hay tres grandes perdedores:
Primero, evidentemente el General Cienfuegos, que aun cuando debe ser considerado inocente hasta no ser declarado culpable, ya ante la opinión pública es culpable de haber recibido sobornos a cambio de protección para Juan Francisco Patrón, conocido como El H2, miembro del cártel de los Beltrán Leyva.
Segundo perdedor, el Ejército, que parecía estar montado en caballo de hacienda en el actual gobierno. Tan solo en estos dos años que lleva López Obrador como presidente, el Ejército ha recibido más de 29 mil millones de pesos en recursos adicionales para desempeñar con honradez y disciplina las múltiples tareas que AMLO les ha asignado.
Ahora, con la acusación al general Salvador Cienfuegos, esta honradez y disciplina queda puesta entre signos de interrogación. Y en su lugar entra en la agenda la discusión de si el titular de la Sedena debe de ser un civil y no un militar.
Se abre a la discusión la autonomía que ha gozado el Ejército mexicano y la falta de contrapesos. Algo que varios investigadores han señalado desde hace décadas, la opacidad con la que opera el ejército que permite abusos e impunidad en materia de Derechos Humanos y cumplimiento del deber, vuelve con fuerza.
Y quedarán en el ojo público miembros del ejército que hoy son cercanos al presidente López Obrador pero que llegaron a sus actuales puestos impulsados por el General Cienfuegos. Ahí está el caso del actual oficial mayor, Agustín Radilla, sobre quien recae la responsabilidad de administrar el presupuesto millonario recibido por la SEDENA.
Un tercer perdedor es el presidente López Obrador por haber puesto casi todas sus canicas en dos bolsas: la buena relación con el Ejército y la buena relación con Donald Trump. Ambas quedan fuertemente dañadas con la detención del General Cienfuegos.
Por el lado del Ejército, el presidente López Obrador quiso lidiar con la detención de Cienfuegos como lo hace con todos los demás temas. Se declaró el triunfador de la lucha contra la corrupción del pasado – aun cuando no tuvo nada que ver con la detención de Cienfuegos – y amenazó con que quienes resulten involucrados en el asunto serían suspendidos o retirados y puestos a disposición de las autoridades. Sin embargo, unas horas más tarde tuvo que reconsiderar esta declaración y mejor decir que se va a esperar a que avancen las investigaciones en Estados Unidos.
Igual podemos esperar que reconsidere la intención de nombrar a un militar al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana cuando Alfonso Durazo renuncie para contender por la gubernatura de Sonora. Así que este gran proyecto pro-ejército, queda seriamente dañado.
Por el lado de Estados Unidos, la insultante forma de proceder de la DEA en contra de un ex titular de la Sedena, sin al parecer haber dado aviso previo al gobierno mexicano, es un reflejo de lo que ese Departamento ve en la relación entre el gobierno mexicano y el estadounidense. Si, Trump y AMLO podrán ser muy amigos, pero a Trump solo le interesa esa amistad para sus fines electorales. Ahora, a menos de dos semanas para que saber si Trump se reelige, su última preocupación es si su amigo Juan Trump, ósea AMLO, se siente ofendido con la DEA. Y la DEA sabe esto: Estados Unidos puede insultar al presidente de México y éste nada va a hacer al respecto.
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