El próximo martes se lleva a cabo la elección por la Presidencia en los EE.UU. Está cantado a menos que ocurra una verdadera catástrofe que ganará el repudio hacia Donald Trump. La consecuencia por supuesto es que se declare Presidente a Joe Biden, sin embargo es trascendental el verdadero motivo del resultado electoral.
Hoy, algunos actores políticos y analistas se visten con la playera de apoyo a Biden, lo impulsan y lo vitorean como si la elección fuera una victoria para nuestro propio país.
A raíz de esto viene claramente a mi memoria cuándo en el Senado de la República, los entonces senadores Zoé Robledo (PRD), Mariana Gómez del Campo (PAN) y Dolores Padierna (PRD) se abrazaban en el pleno portando una playera muy nacionalista-americana apoyando a Hillary Clinton. Ese tipo de actitudes se quedan guardadas en la memoria y representan tanto en una sola imagen que terminan por describir a los personajes de pies a cabeza.
Precisamente por eso, la reflexión es necesaria y por demás oportuna. Si los pronósticos de las encuestadoras no se equivocan va a perder Donald Trump, eso significa que ¿México resultara victorioso con Joe Biden y con el partido demócrata? ¿Todos los villamelones políticos del momento podrán rascarle a aquella elección parte del triunfo?
Por supuesto que no. De hecho y a pesar de que nos cause escosor Barack Obama fue el Presidente de los EE.UU que más mexicanos deportó en la historia de aquel país, a pesar de su «bandera» pro derechos humanos.
Por otro lado, Trump ha sido y es muy criticado, pero la realidad es que fue deferente con AMLO hasta el exceso. Dos o tres amenazas y todo lo demás ha sido miel sobre hojuelas, solo por mencionar algunas: la absorción de la reducción en la producción de barriles de petróleo pactados por la OPEP; el no ejercicio de controversias internacionales en apoyo a empresas energéticas norteamericanas inversionistas en México (que por cierto tenían razón); la no intervención mediática y política en el operativo que terminó dejando en libertad al hijo del Chapo Guzmán; los juicios abiertos contra García Luna; y ahora la detención (que evidentemente fue pactada para realizarse en suelo norteamericano) del general Salvador Cienfuegos.
Otra cosa es la personalidad, causas, banderas, formas e irresponsabilidades personales de Trump. Que no son el tema de la columna de hoy.
Sin embargo, con Biden el gobierno mexicano no tendrá la misma relación. Es un hecho. A cambio, tendrán a un Presidente norteamericano molesto con Andrés Manuel López Obrador y con ganas de, cómo ellos le llaman, retaliation. Es decir, reciprosidad política.
Nos esperan tiempos todavía más complicados para una economía que mueve más de 1 millón de dólares por minuto, con un tratado de libre comercio recargado, con una dependencia económica asfixiante y con una relación que será relanzada con pronósticos reservados. Así que suerte y serenidad para nuestro país, que lo difícil apenas comenzará a partir de enero del próximo año.
Esta, es la otra cara de la elección norteamericana