Tultepec, la célebre capital de la pirotecnia ubicada a poco más de una hora de la CDMX, que con sus fiestas y tragedias constantes, ambas acompañadas para bien o para mal, de fuegos artificiales, así como con sus efímeras, estridentes y muy apreciadas artesanías que bien pueden tomar forma de estrellas o de toros en todos los tamaños, sin duda representan la materia prima ideal para un documental tan sugerente como espectacular.
En ese sentido vaya que “Pólvora y gloria” sabe sacarle provecho. Reduciendo al mínimo los testimonios hablados, el director alemán Viktor Jakovleski se concentra en las distintas etapas que conlleva la puesta en marcha y el accionar de los gigantes que habrán de deslumbrar las noches de las ferias tradicionales, las celebraciones en honor al santo patrón del lugar, los concursos de castillos y similares, para elaborar pasajes que recorren desde el interior de las casonas en donde se prepara la pólvora, hasta llegar a lo más alto de las estructuras, e incluso presenciar el drama de luchar por mantenerlas en pie cuando una inesperada tormenta hace acto de presencia.
Gracias a la conjunción del arrojo en el manejo de la cámara y la música realizada por Dan Romer y Benh Zeitlin —“Beasts of the Southern Wild” (2012)—, que por momentos reclama el protagonismo, las secuencias adquieren un aire épico y ritual conforme se encaminan al clímax, mostrando como entre risas, valor e imprudencia, los participantes acceden a una insólita catarsis en donde las luces y las explosiones son la perfecta representación de la belleza y posible fatalidad.
Es una lástima que, por otro lado, este febril y alucinante viaje, nunca se sustente en líneas dramáticas claras y deje en el aire las posibilidades que ofrecen los protagonistas, desde las de aquel que arriesga su vida día a día, dedicado por completo al oficio de la pirotecnia, hasta las del niño al que, absurdamente y por una cuestión fortuita, le repiten que lleva la pólvora en la sangre, quizás empujándole a un destino con el fuego como una amenaza latente. Todas se pierden en una propuesta que no se decide ni por recargarse en alguno de ellos, ni por una estructura coral, dejándolo todo en pequeños y muy tibios apuntes hacia el sentido de identidad.
Sí, «Pólvora y gloria”, ganadora de los premios al Mejor Documental y Mejor Director de Documental en la más reciente edición de Fantastic Fest, es un retrato plagado de hallazgos visuales, que se convierten en un verdadero banquete para los sentidos, pero que como testimonio pareciera obedecer mas a una musita visión costumbrista que se enfoca en lo pintoresco, y que poco explora las implicaciones del contexto y las circunstancias de los pobladores del lugar. Aún así se trata de una experiencia fílmica sorprendente de principio a fin y llega las pantallas de los recién reabiertos cines de nuestro país.