A uno le encantan los reflectores; el otro les huye. Uno lleva poco tiempo en la política, pero ya le gustó; el otro lleva décadas y con grandes aspiraciones. La verdad es que ambos tienen aspiraciones y por ello, parte de las tensiones. Me refiero al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, y al Canciller, Marcelo Ebrard, a quienes el presidente López Obrador ha encargado parte importante de las tareas que enfrenta México ante la pandemia.
Y aquí arranca el problema. Hugo López-Gatell quisiera ser la única figura que destaque en la estrategia para enfrentar al COVID. O si no la única, sí la principal y cuyas ideas sean las que prevalezcan en la toma de decisiones. Pero desde que el presidente López Obrador decidió, por motivos de austeridad, eliminar las ventanillas de Asuntos Internacionales de las Secretarías, la cancillería ha asumido un papel fundamental en la pandemia.
Primero para negociar la llegada apresurada de insumos médicos a México. Segundo para la repatriación de mexicanos varados o que murieron en el extranjero a causa de la enfermedad. Y tercero y más importante en estos momentos, para negociar el acceso a una vacuna cuando ésta esté disponible.
Estos trabajos que podrían haber recaído en el área de Asuntos Internacionales de la Secretaría de Salud, se han vuelto responsabilidad de Relaciones Exteriores. Y por ello están obligados a trabajar en conjunto a dos políticos que se pelean por darle gusto al presidente pero cuyas personalidades no podrían ser más distintas.
Por un lado está el dogmático Hugo López-Gatell y por el otro el pragmático Marcelo Ebrard. López-Gatell ha decidido enfrentar a los empresarios del sector alimentos al señalar que sus productos “chatarra” son los culpables del mal estado de salud de los mexicanos y de ahí tantas muertes.
El subsecretario se ha negado a repensar la ‘estrategia’ de salud para enfrentar la pandemia. Prefirió burlarse irónico de las recomendaciones de los ex Secretarios de Salud. No ha sido claro sobre la importancia de utilizar mascarillas. El semáforo epidemiológico no ha sido una guía confiable. Ha virado entre querer todo el poder de decisión sobre como enfrentar la pandemia, pero al momento de revisar los contagios y las muertes ha eludido toda responsabilidad sobre sus lineamientos prefiriendo señalar una conspiración de medios de comunicación, empresarios y gobernadores en contra de la estrategia de comunicación de la Secretaría de Salud que él de facto encabeza.
Por el otro lado está el Canciller Marcelo Ebrard quién ha decidido trazar tres caminos para lograr que México tenga una vacuna. Uno, el multilateral, a través de la negociación con COVAX
que debe formalizarse mañana. Dos, el bilateral, que son negociaciones directas con farmacéuticas de otros países como Janssen y Novavax, de EUA; Sputnik V, de Rusia; CanSino de China; CureVac de Alemania; Sanofi-Pasteur de Francia y ReiThera de Italia. Y tres, buscar recursos para producir una vacuna mexicana.
La idea es traer el menú de países y de relaciones a la puerta de la Secretaría de Salud para que de ahí tome el balón López-Gatell para aprobar la vacuna más segura y planee y organice la estrategia de distribución.
Pero ¡oh problema! El ego del Subsecretario y sus dogmas entran en acción. Veremos si como ha hecho tropezar al gobierno mexicano al lidiar con el coronavirus, no provoca también un desastre a la hora del acceso a tratamientos o vacunas.
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