Originalmente la novela se iba a llamar Los murmullos. Después se cambió al telúrico Pedro Paramo. Pedro, piedra; Páramo: desierto (ecosistema intertropical arbustivo, semidesértico). Esto habla de la técnica narrativa. Hay voces sueltas en la novela que no sabemos quién las dice. Hay voces, refranes, estribillos de canciones que vagan por el viento. Rulfo decía que en su novela había palabras “casi vacías de ruido”. El silencio juega un papel fundamental para el ritmo y musicalidad de la obra. El gran contrapunto es el silencio. Es omnipresente. Es el que define la narrativa. Nada más atronador que el silencio. “¿Qué es eso? ¿Que? Eso. Es el silencio”. “Se han muerto hasta los perros, ya no hay ni quien le ladre al silencio”. “Si yo escuchaba el silencio, era porque solamente no estaba acostumbrado al silencio”
Las voces son murmullos, no escuchamos su resonancia, escuchamos su eco, su silencio. Juan Rulfo hace música. Rulfo hace de la repetición un recurso maestro. Hace que los guijarros pobres suenen a pesar de no traer sonido. Es la música de las piedras.
“Oía de vez en cuando el sonido de las palabras y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido. No sonaban, se sentían, pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños”
Habla de palabras que no suenan, las está haciendo que suenen con una pobreza poética a base de repeticiones y crea poesía extraordinaria. Utiliza el lenguaje desde la escasez y produce abundancia de sonido.
El habla y lectura de Rulfo nos remite al campo mexicano. Una voz hondamente natural, dolida y muy poética. Usa muchos vocablos coloquiales: desconchinflado, tiliches; frases: tú que tienes los oídos muchachos (jóvenes); arcaísmos: esto prueba lo que te demuestra. Usa mucho la repetición. “¿Qué es eso? ¿Qué? Eso” Tiene un uso especial de la voz. Trabaja la voz a partir de cierta extrañeza. Juan Preciado que al principio se escucha a sí mismo, se va convirtiendo en un murmullo, como los demás personajes, ya no se escucha a sí mismo.
Comala es un lugar inventado por Rulfo que no tiene que ver con la ciudad en Colima, remite al comal. Es la antesala del infierno. Es peor que el infierno. Hay una frase que dice que los que estuvieron en Comala y van al infierno, tienen que regresar por su cobija. Es abrasador.
No hay nada de vida, es pobre, sin vegetación. Un personaje pide: algo de algo. Es una manera de expresar la precariedad, Así como la mujer que sueña que da a luz una cáscara. Buena parte de la historia de México es un campo vacío y seco. Hoy día solo sirve para expulsar a los campesinos como mano de obra barata hacia Estados Unidos, “el otro lado”. Es un mundo de sequía.
Solamente en las voces de las mujeres se habla de la Comala anterior, se habla de verde, de vegetación, de aves, de animales silvestres. Las mujeres representan lo inalcanzable (Susana Sanjuan), y la fecundidad de la tierra.
En esta historia de la precariedad las plantas son muy importantes. Hay plantas no típicas de la literatura (rosas, claveles, margaritas) sino del campo mexicano, del semidesierto: las saponarias, los capitanes, arrayanes, la planta del paraíso, las flores de castilla. Un universo de las plantas que ocurren como una forma de rebeldía, brotan en el desierto. El agua y las flores existen gracias a las mujeres.
Cuando llega a Comala Juan Preciado, quien ve todo con los ojos de su madre (sus recuerdos) contrasta ese semidesierto abandonado y fantasma, con las “llanuras verdes, el viento que sube y baja el horizonte cuando mueve la espigas, el color u olor de la tierra tras la caída de la lluvia, el olor de la alfalfa y el pan, un pueblo que huele a miel derramada” que le describía su madre antes de morir. ¿Existe solamente en el imaginario de las mujeres o existe en el mundo real? Rulfo nunca nos lo aclara.
Lo único que subsiste de esta naturaleza es la mujer, que nunca puede ser conquistada por el cacique y patriarca. Susana Sanjuan es indómita. El latifundista se puede apropiar de todo, pero nunca de la mujer que ama. Al caminar Susana Sanjuan sus pies son acariciados por los paraísos, que no deberían estar ahí y están como una forma de rebeldía.
Un giro maestro de la trama es que estamos en el desierto, y el desierto esta sobrepoblado de fantasmas con nombres inolvidables como Fulgor Cedano. La dimensión fantástica del paisaje refuerza esto. En Pedro Páramo se estimula la vista y el oído. Siempre sucede en el amanecer o en el crepúsculo. Una hora indecisa, nebulosa. Todo está filtrado por humo, polvo o penumbra. Hay sombras y oscuridad.
La estructura de la novela es escribirla en fragmentos, hay pausas. Muchos blancos activos. Espacios en blanco que subrayan el significado del párrafo que acabamos de leer. Hacer una pausa y pensar en lo que recién leímos. Tender puentes de sentido entre los fragmentos. Presenta historias fracturadas que ocurren en distintos tiempos.
Juan José Arreola decía que esta novela no se leía, se fisgaba. Nos asomábamos por una rendija de la puerta para atisbar los sucesos. Juan Rulfo usa el silencio y pausas gráficas para unir los fragmentos a través del lector. Pide un lector inteligente. Pide que lo ayudemos a reinventar esta historia.
Todos somos hijos de Pedro Páramo. El gran cacique que se adueña de todo. La revolución mexicana se hizo para terminar con el latifundio y el latifundio solo la cambió de manos. Al final los bandos enemigos se reconcilian, hacen la constitución y firman la paz. Su discurso unificador es la revolución y la hacen institución a través de los partidos políticos. El cacique se adueña del poder económico y político, y cuando, como a un padre, le llegan a pedir favores, saca enorme provecho de estos.
Algo humaniza a Pedro Páramo, el tirano es vulnerable. El dolor por la muerte de su hijo. Miguel Páramo. La tragedia es que este hombre es derrotado oral y psicológicamente por la persona a que ama. Susana Sanjuan. Ella enloquece y se refugia en su mundo interior que representa todo lo que no es Cómala. Vive en su propio mundo. Ella solo se relaciona con la vida, con la sensualidad. Pedro Páramo no logra siquiera saber cuál es el dolor profundo de su amada, esos interminables sueños sin sosiego. Hay pugna y tensión entre lo que Pedro Páramo desea y lo que Susana Sanjuan desea. Esto lo descoloca y lo derrota. El mundo de la vida, de la fecundidad, de las plantas, de la humedad, es inconquistable. No tiene solución. Pedro Páramo carece de interioridad. La gente que devasta la naturaleza: mineros, agroindustrias, plásticos, ganadería, pesquería intensiva, industria contaminante, ¿carece de interioridad, de empatía con los demás, con la vida?
La muerte de Pedro Paramo se narra en dos tiempos. En la penúltima escena aparece de nuevo el arriero, Abundio Martínez. Mata a Susana Sanjuan quien advierte que viene a matar a Pedro Páramo. Finalmente es apresado. La escena que viene después, aunque no sabemos a ciencia cierta, debe pasar antes porque es el asesinato de Pedro Páramo por Abundio Martínez.
¿Qué podemos hacer por estos desposeídos?
Los lectores de Pedro Paramo somos importantes, tenemos que establecer puentes de sentido, ser inteligentes. Nosotros los que leemos, estamos en el mundo de la historia, de los hechos, de los que hacemos este país, desde ahí fisgoneamos. Observamos a los expulsados, la gran pregunta es: ¿Qué hacemos por los desposeídos? Debemos rescatarlos, ayudarlos a redimirse. Hay una gran responsabilidad ética. ¿Qué hacemos los lectores? ¿Haremos lo suficiente para que esto no se repita? Si no hacemos algo, y ese es el dilema ético, es que también pertenecemos a la legión de los desposeídos, al menos al de los fantasmas que tan solo transcurrimos y permitimos el despojo.
La gran paradoja, este tipo (país) tan prolífico está legando un mundo estéril, un yermo, un desierto. Al final se derrumba como un montón de piedras. Todo nuestro país es Comala y muy pronto el planeta entero. Y nosotros, los fantasmas que aquí habitamos.