Luego de dos meses de confinamiento los jefes de Nancy, quien labora en un despacho jurídico, le pidieron volver al trabajo. Nancy lo recuerda bien, era un 30 de mayo, se despertó temprano, se cambió y se arregló para salir, pero al abrir la puerta, un escalofrío recorrió su cuerpo, comenzó a sudar, su rostro se tornó pálido y tuvo la sensación de desmayarse. No pudo salir por temor a enfermar de Covid-19.
«Es algo indescriptible, no pensé que me fuera a pasar, siempre he vivido sola y me la paso viendo noticias, entonces lo que hice desde marzo fue atender las recomendaciones de las autoridades y no salí, todo lo pedí por Internet», explica a La Razón.
No pensé que me fuera a pasar (…) cuando quise retomar mi vida me di cuenta que tenía un miedo terrible de poder contraer el virus
Aquel día llamó a la oficina y dijo que se sintió mal, pero al siguiente pasó lo mismo y dos días después también.
«Así estuve inventando excusas toda una semana, hasta que les dije la verdad: ‘tengo miedo a salir’. Les pedí que me dejaran seguir en casa, pero no aceptaron y me despidieron la semana pasada», narra.
Nancy padece lo que los expertos llaman “síndrome de la cabaña” y por el que la joven perdió su empleo.
De acuerdo con la psicóloga y tanatóloga María Teresa Marín, este padecimiento es más común de lo que se piensa y se deriva del temor a enfrentar una realidad que no es conocida para nadie.
«Se le denomina Síndrome de la cabaña porque años atrás los cazadores no salían por el peligro que había de los animales salvajes, entonces estaban un tiempo resguardados.
Luego tenían que salir por alimento y sentían justo ese miedo, porque finalmente los animales salvajes estaban en su zona y seguían merodeando.
Entonces esta explicación la relacionan ahora con el regreso a, más que nueva normalidad, yo diría que a nuevas formas de conducta o nuevas formas de convivencia», explica.
Mariana es otra víctima del Síndrome de la Cabaña. Tiene 34 años y es laboratorista clínico del ISSSTE. La desesperación que siente al andar en la calle la ha sumido en un confinamiento permanente, pues piensa que podría contraer el virus en cualquier sitio.
“En el Metro, en el supermercado, en mi clínica, cuando veo llegar a mi hermana o a mi hijo, me imagino en todos lados el bendito virus. Temo contraerlo o que ya lo tenga”, expresa a este diario.
Miguel Copka tampoco ha podido salir de su casa. Trabaja como community manager en una empresa de publicidad que, desde finales de marzo, se encuentra en home office. A diferencia de Nancy, Miguel sí ha podido realizar el trabajo desde su hogar por más tiempo.
“Es el temor de no resistir si se agrava en caso de enfermar, o actuar demasiado tarde o hasta que no te reciban en un hospital y fallezca”, manifiesta.
Hay una muy alta probabilidad que la persona ya tenía preexistente un tipo de trastorno antes de la pandemia, lo potencialice y lo haga más visible, generando una gran ansiedad de evitar salir a la calle o a sus trabajos
El Síndrome de la Cabaña tampoco es una patología como tal. La psicoanalista Claudia García asegura que no es un trastorno mental en sí mismo, sino un conjunto de síntomas en los que se ven reflejadas características de otros padecimientos como la ansiedad, la depresión, la hipocondría o la dificultad de relacionarse socialmente, entre otros. Y no afecta sino a quienes ya tenían un trastorno anterior.
“Al hogar le damos un significado de refugio y pensar en salir de él nos hace sentirnos amenazados, sobre todo en esta emergencia sanitaria. Hay una muy alta probabilidad que la persona ya tenía preexistente un tipo de trastorno antes de la pandemia, lo potencialice y lo haga más visible, generando una gran ansiedad de evitar salir a la calle o a sus trabajos”, detalla.
“Muchos ya se paralizaron de hacer su vida por el miedo, miedo de contraer la enfermedad. Hay que seguir las recomendaciones de sanidad y con ello evitar un contagio, pero evitar la inacción y la parálisis de no hacer una vida”, dice.
Para el sociólogo de la Universidad Iberoamericana, Sergio Molano, considera que el bombardeo de noticias en los medios y las redes sociales ha provocado en algunas personas el miedo de salir a la calle a comprar víveres, pagar servicios o hasta acudir al trabajo.
Molano agregar que el pánico se acentúa cuando hay noticias falsas por Internet y señaló que la red debería tener una posición crítica y verdadera de la información, pues ante la falta de una vacuna el mensaje sobre el contagio es fuerte y muchas personas se dejan llevar por el miedo.
“La gente no piensa que ese temor es prevenible siguiendo las medidas de recomendación o estando en un lugar seguro como lo es el aislamiento; pues tampoco es dejar de interactuar con otras personas”, dijo a La Razón.
La buena noticia, aseguran los expertos, es que se puede trabajar para eliminar estas sensaciones negativas.
La psicóloga Marín Muñoz señala: «Lo primero que se debe hacer reconocer que se tiene un padecimiento y se debe afrontarlo. Para ello, es recomendable adoptar un pensamiento positivo, no pensar ‘voy a salir a contagiarme’, sino ‘voy adaptarme a nuevas normas’”.
La segunda recomendación, dice, “es desarrollar conductas adaptativas e ir de menos a más, por ejemplo, comenzar por salir a la entrada de tu casa a tirar la basura y darte cuenta al volver de que no pasó nada, todo está bien».
En tercer punto, sugiere Marín “es tener un acercamiento paulatino con las actividades diarias, incluso ver videos de personas en las calles que están teniendo una vida tranquila».
Una vez que se comience a salir y se experimente ansiedad hay que respirar profundo y hacer repeticiones en regresivo del 10 al cero.
Hay que desarrollar conductas adaptativas e ir de menos a más, comenzar por salir a la entrada de tu casa a tirar la basura y darte cuenta al volver de que no pasó nada, todo está bien
La psicoanalista Claudia García recuerda: “lo que vivimos es una realidad y hay que tomar acciones, pero también hay que evitar la inacción y la parálisis de no hacer una vida. Es muy importante conservar nuestras habilidades sociales, la capacidad de convivir con los demás”.
Ambas expertas recuerdan que la Nueva Normalidad ya será parte de nuestra vida diaria y lo mejor será aprender a vivir con el miedo, “traerlo de la mano, pero no alimentarlo”.
Fuente: La Razón