Las últimas semanas han sido muy agitadas para los fiscales brasileños que negocian con los proveedores de carne del país la implementación de medidas sanitarias que protejan con eficacia del coronavirus (covid-19) a todos los trabajadores de los rastros.
“Los mataderos son focos de covid-19”, dice Priscila Dibi Schvarcz, fiscal laboral quien destacó las condiciones inseguras que enfrentan los empleados, incluyendo “muchas personas que trabajan codo a codo sin el distanciamiento” necesario para retrasar la propagación del virus.
Los críticos acusan desde hace años al sector de producción industrial de carne •que abastece a un mercado global de alrededor de 1.4 millones de dólares, según Barclays• de prácticas que causan una variedad de problemas de salud, medio ambiente y bienestar animal.
Ahora, la enorme tasa de infecciones entre los trabajadores de los rastros durante la pandemia ha vuelto a arrojar luz sobre las prácticas laborales en estas instalaciones.
Desde el continente americano hasta Europa y Australia, los mataderos se han convertido en vectores importantes para la infección, y las plantas de todo el mundo se ven obligadas a cerrar debido a los brotes. En Estados Unidos (EU), más de 20,000 trabajadores de plantas empacadoras de carne ya enfermaron, según la Food and Environment Reporting Network (Red de Informes de Alimentos y Medio Ambiente).
El problema se exacerbó porque en muchos países se designó a los empleados de procesamiento de carne como trabajadores esenciales. Esto significó que generalmente continuaron trabajando en plantas cerradas, ayudando a propagar la enfermedad a la comunidad en general.
Marion Nestlé, profesora emérita de nutrición y salud pública en la Universidad de Nueva York, dice que muchos consumidores están horrorizados de saber cómo funcionan las empacadoras de carne. “Mucha más gente se enfermará antes de que esto termine solo para llevar carne a la mesa. Los procesadores de carne solo están interesados en sacar el producto al mercado, mientras los trabajadores están indefensos”, dice la profesora.
Dibi Schvarcz, la fiscal, dice que las mayores concentraciones de casos en su estado de Rio Grande do Sul se dieron donde se encuentran los rastros. Los fiscales demandaron a JBS, la empacadora de carne más grande del mundo, luego de que no llegó a un acuerdo para mejorar las condiciones de sus trabajadores.
Sus observaciones están en línea con el análisis de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EU (CDC, por sus siglas en inglés), que señalaron a las estrechas condiciones de trabajo en las líneas de procesamiento y las largas horas laborales como parte de la razón por la cual la enfermedad se propagó tan rápidamente en las plantas.
Los sindicatos culpan a un modelo comercial de bajo costo que depende de altos niveles de producción. Esto, a su vez, condujo a una mayor velocidad en las líneas que procesan las reses, lo que requiere que los empleados trabajen con gran cercanía. Las políticas de permisos por razones médicas y las estructuras de remuneración en la industria también incentivaron a los empleados a seguir trabajando incluso cuando experimentaron síntomas del virus, señala los CDC.
Los agricultores y la industria cárnica rechazan la satanización del sector. El North American Meat Institute, que representa a los procesadores, asegura que “la salud y la seguridad de los hombres y las mujeres que trabajan en nuestras instalaciones es nuestra principal prioridad. Nuestro reto es mantener a nuestros empleados seguros mientras cumplimos con nuestra responsabilidad especial de producir alimento”.
JBS dijo que la salud de los empleados es una “prioridad” y que lamenta la forma en que los fiscales lo consideran responsable de la propagación de covid-19 en Brasil. Los otros grandes grupos cárnicos del país, Brazil Foods y Marfrig, llegaron a un acuerdo con las autoridades.
Las prácticas comerciales de la industria cárnica se han mantenido en gran medida opacas, en parte debido a la falta de curiosidad entre los consumidores, pero también porque a muchas empresas les conviene que sigan así.
Amy Fitzgerald, profesora asociada de la Universidad de Windsor en Ontario, Canadá, quien ha escrito sobre la historia social de los rastros, dijo que si algo bueno salía de la pandemia para la industria de la carne, sería aumentar la conciencia sobre el proceso de producción industrial.
“Nadie ha querido realmente pensar en cómo se produce la carne y cualquier atención que se le preste a la industria y su cultura es útil”, dice. (Milenio/ EMIKO TERAZONO Y ANDRÉS SCHIPANI. FINANCIAL TIMES.)