Mario Vázquez Ruvalcaba, quien fuera fundador y director del Museo Nacional de Antropología (MNA), en la Ciudad de México, murió la madrugada de este 2 de junio a los 97 años de edad. La noticia la confirmó el director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto, a través de su cuenta oficial de Twitter.
“Esta madrugada se fue por los rumbos del Mictlán nuestro querido y admirado maestro, Mario Vázquez, fundador y director del Museo Nacional de Antropología; museógrafo genial, amigo generoso y monumental”, escribió por medio de la red social.
Durante un homenaje que se realizó en el 2015, Teresa Franco, entonces directora del INAH, expresó que Vázquez Ruvalcaba era una de las personas más destacadas en el quehacer cultural de México, pues a través de su actividad profesional delineó “las posibilidades de los expositivo (…) que a lo largo de las décadas ha ido conformando no sólo al patrimonio cultural, sino que se ha convertido en los depositarios de la memoria nacional».
Y es que en 1964, Vázquez se hizo cargo de la integración de las salas, bajo la guía del arqueólogo Román Piña Chan y el mandato de Eusébio Dávalos, entonces director del INAH, para conformar el museo que 55 años después de su fundación, sería el más visitado de todo México.
Cabe mencionar que Vázquez Ruvalcaba fue estudiante de la primera generación de la carrera de Museografía y Arqueología, en la ENAH, donde algunos de sus maestros más prominentes fueron Miguel Covarrubias, Fernando Gamboa, Juan de la Encina e Ignacio Bernal.
Además, derivado de su relación con Fernando Gamboa, tuvo contacto con importantes artistas de la época como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Francisco Goitia y el Dr. Atl, entre otros, quienes influyeron en él para crear sus propio “paisaje intelectual”, escribió Sergio Raúl Arroyo, ex director del INAH en un artículo para la Gaceta de Museos.
El historiador Antonio Saborit, lo llegó a describir como “una persona que se esmera en la ejecución de las cosas, que las trata con diligencia, que se desvela en escudriñar las que son muy ocultas y reservadas, que desordenadamente desea saber las cosas que no le pertenecen y que reconoce el valor de lo que está dispuesto con mucho aseo, con mucho primor”.
Fuente: Infoabe