Tanto en el caso de la Planta de Agronitrogenados como en el de Odebrecht, el ex Director de Pemex se dijo “sistemáticamente intimidado, presionado, influenciado e instrumentalizado”, dando por sentado, (sin decirlo de manera literal), que los delitos son reales, que participó en ellos, pero que en todo momento se vio empujado por “las manos que mecían la cuna”, a quienes buscará entregar en el afán de evitar la cárcel, a través del valioso criterio de oportunidad.
El argumento de Lozoya es endeble: no se puede navegar con bandera de “amenazado” cuando todas las operaciones presuntamente realizadas, (tanto en el caso de Odebrecht como en la compra de Agronitrogenados), finalizaron en las cuentas bancarias de empresas relacionadas con él y su familia. El asunto es claro: no actuó solo, (existió todo un esquema a su alrededor), pero sí participó, y bastante.
Ahora bien, cuando los argumentos de escape no son sólidos, (o el camino es muy oscuro), lo que verdaderamente cuenta son las relaciones, las amistades, y claro, el astuto uso que se pueda hacer de ellas. Ahí es donde entra el hombre detrás de Emilio Lozoya Austin, el auténtico negociador: su padre.
Emilio Lozoya Thalmann fue Director General del ISSSTE y Secretario de Energía en tiempos de Carlos Salinas de Gortari. Fue compañero de Marcelo Ebrard, cuando se desempeñaba como colaborador cercano de Manuel Camacho Solís; trató con Luis Donaldo Colosio, cuyo Secretario Particular era Alfonso Durazo, y era amigo de Ernesto Zedillo, quien tenía como “dedo pequeño” a Esteban Moctezuma; por cierto, en ese tiempo, Manuel Barttlet era titular de Educación Pública.
Ahora bien, el hecho de que Lozoya Thalmann tenga como amigos a funcionarios que hoy laboran en la 4T, no significa “en automático” algún beneficio para su hijo, (sería ocioso afirmarlo), pero sí pueden ser asuntos incidentales nada despreciables en pro de una negociación; “siempre será mejor conocer gente a no hacerlo”.
Desde la captura del ex Director de Pemex en España, quien llevó las negociaciones con la Fiscalía General de la República fue Lozoya Thalmann, situación que desembocó en una pronta extradición de su hijo a nuestro país, además de la importante condición de evitar, a toda costa, pisar la cárcel, a partir del otorgamiento de información sobre actos de corrupción ejecutados en el gobierno peñista.
Las buenas negociaciones de Emilio Lozoya Thalmann lograrán, (a menos que ocurra algo extraordinario), que su hijo siempre esquive la cárcel y termine como testigo colaborador de la Fiscalía. De ahí que el propio Presidente López Obrador nos haya invitado a estar pendientes del juicio: “que no sea un asunto nada más de tribunales judiciales, que sea un asunto de un tribunal ciudadano, popular, para que todos conozcamos cuál era el modus operandi de los delincuentes de cuello blanco”.
Las palabras de AMLO dejan clara la intención de un proceso donde lo determinante no es lo que ocurra en el ámbito judicial, sino en el político, en el mediático, donde los presuntos responsables sean exhibidos como traidores, como corruptos, y todo esto cayó, por supuesto, “como anillo al dedo” para los Lozoya. Veremos qué ocurre.
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