Hoy se cumplen 130 días de que se anunció el primer caso confirmado del nuevo coronavirus en México, el 28 de febrero pasado. A la fecha, se han reportado 261,750 casos confirmados de contagio y 31,119 lamentables fallecimientos. Un buen amigo me hizo ver el otro día que el número de personas que han perdido la vida por Covid-19 ya rebasó por mucho el saldo de fallecimientos de los sismos de 1985 en la Ciudad de México (alrededor de 20 mil), para que tengamos perspectiva del número. Por otra parte, sabemos que hay un subreporte importante tanto en el número de contagios, como en el de fallecimientos.
La falta de pruebas ha hecho que nuestro país observe una tasa de letalidad -i.e. número de fallecimientos por COVID-19 dividido entre el número de casos confirmados-, de 11.9 por ciento, mucho más alta que la que ha observado Estados Unidos, de 4.4 por ciento o España, de 9.5 por ciento y sin duda mucho más elevada que la tasa de letalidad de 2.3 por ciento, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenta que podría ser si se llevara a cabo un conteo real de las personas contagiadas (~90 por ciento). Asimismo, la falta de pruebas en nuestro país ha provocado que el porcentaje de las pruebas que ofrecen un resultado positivo sea muy alta. De acuerdo con información de la Secretaría de Salud, la tasa en México es actualmente de 45.2 por ciento, mientras que en EU, por ejemplo, se ubica en 8.0 por ciento. En este sentido, la falta de pruebas ha hecho que la aparición de síntomas sea una condición casi necesaria para que se aplique dicha prueba.
El reflejo de la falta de pruebas es muy claro en el número de contagios, sin embargo, también es evidente en el número de fallecimientos. De hecho, en cuanto al número de personas que han perdido la vida, los científicos de datos, Mario Romero Zavala y Laurianne Despeghel obtuvieron un ‘exceso de mortandad’ de casi 12 mil personas fallecidas en el mes de mayo en la Ciudad de México. Este ‘exceso de mortandad’ es el diferencial entre el promedio de número de actas de defunción durante el mes de mayo de los años 2016 a 2019 y el número de fallecimientos en mayo de 2020 (Nexos, 3 de julio). Este número es mucho mayor que las 7 mil personas fallecidas por Covid que se reportan en la capital de nuestro país.
Si bien algunos comentarios me han parecido altamente controversiales -como los que ha hecho sobre el uso del cubrebocas, así como el del número de pruebas-, o inclusive algunos ‘fuera de lugar’ -como cuando dijo que el COVID es una enfermedad que fue ‘importada’ por personas ‘adineradas’-, considero que hay tres aspectos importantes, en defensa del Subsecretario López-Gatell, que todas las noches ofrece una conferencia de prensa para actualizarnos sobre la evolución de la pandemia: (1) Considero que es muy factible que el número tan bajo de pruebas tenga que ver más con la política de austeridad del gobierno, que con lo que el Subsecretario realmente piensa; (2) la falta de pruebas provoca que si una persona lamentablemente falleció -sobre todo de un padecimiento respiratorio-, y que no se tenía certeza de que tuviera Covid-19, se prefieren utilizar las pruebas en personas que están vivas y necesitan tener un diagnóstico para poderse tratar. Esto exacerba el subreporte en el número de fallecimientos; y (3) la tasa de hospitalización en México ha sido de alrededor de 18 por ciento de quienes tienen el padecimiento, muy similar a la que la OMS califica como ‘normal’ y no se ha colapsado el sistema de salud como ocurrió en algunos lugares de la Toscana, en Italia, o en Guayaquil, la ciudad más grande de Ecuador.
En la Ciudad de México llevamos 105 días de #QuedateEnCasa -impuesto el 24 de marzo pasado-, y aunque ya inició la fase de reapertura de la economía, nos encontramos en ´semáforo naranja’. 105 días equivalen a 15 semanas o 2,520 horas. También equivalen a 151,200 minutos o a poco más de 9 millones de segundos. ¿Qué sigue? – La ‘nueva normalidad’. Se ha hablado mucho de la ‘nueva normalidad’, que significa aprender a vivir con una enfermedad altamente contagiosa, que se contagia de manera asintomática, que tiene un porcentaje de letalidad alto y en la que no hay tratamiento eficaz, ni vacuna.
¿Cómo compaginamos esto con las políticas de confinamiento que se han impuesto en todo el mundo? Sobre todo porque parece contradictorio que por un lado se hayan impuesto políticas de confinamiento y distanciamiento social y por otro lado que se hable de ‘la nueva normalidad’. Creo que unan buena respuesta a eso fue lo que comentó el subgobernador de la Autoridad Monetaria de Hong Kong -el banco central de Hong Kong-, Howard Lee, en una charla con economistas la semana pasada. Lee dijo que prácticamente todo ya volvió a la normalidad por allá. “Todos ya están yendo a sus oficinas…es difícil conseguir una reservación para cenar en un restaurante porque están llenos…”, en fin, “prácticamente todo, excepto en la industria turística y eventos que implican aglomeración”, comentó. Ante la pregunta de ¿Cómo le hicieron?, Lee respondió: “Estamos acostumbrados al SARS (otro coronavirus que afectó esa zona geográfica en 2002), en donde no hubo vacuna, ni tratamiento. La gente está muy consiente de la importancia de utilizar cubrebocas, guardar distancia y lavarse las manos constantemente”. Considero que esos comentarios resumen muy bien la ‘nueva normalidad’. Los países que han tomado en serio los protocolos de sanidad han podido reabrir, sin rebrote. Los que no, han tenido que volver a imponer ciertas restricciones.
Twitter: @G_Casillas
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF.