Es altamente probable que en este momento nos encontremos experimentando la peor recesión que México haya vivido en la historia, tomando la serie histórica de PIB que publica el INEGI desde 1980. De hecho, la semana pasada el INEGI publicó el PIB del primer trimestre de este año -en su estimación preliminar-, registrando una caída de 2.4 por ciento con respecto al primer trimestre de 2019 (ajustado por el efecto del año bisiesto). Es una contracción significativa, sobre todo tomando en cuenta que el inicio de las cuarentenas por COVID-19, se instrumentaron en las últimas dos semanas de marzo. Es por ello que no es difícil anticipar que la contracción del PIB en el segundo trimestre será considerablemente mayor. En los últimos 40 años, México ha transitado por seis años de contracción económica: 1983 (-4.4 por ciento), 1986 (-3.7 por ciento), 1995 (-6.3 por ciento), 2001 (-0.4 por ciento), 2009 (-5.3 por ciento) y 2019 (-0.1 por ciento). El consenso de especialistas del sector privado en la última encuesta mensual que levanta el Banco de México, publicada ayer, anticipa una contracción de 7.1 por ciento. De materializarse, nuestro país va a experimentar la peor contracción económica de la historia.
No obstante lo anterior, considero que no será la peor crisis que el país haya experimentado, al menos desde 1980, que está disponible la serie histórica en el INEGI. Considero que hay dos factores que la hacen muy distinta: (1) El nivel de institucionalización de nuestro país; y (2) la inflación, que en mucho se debe al primer punto. En cuando al nivel de institucionalización, no solo tenemos un banco central autónomo que ha vivido ya 25 años ejerciendo su autonomía, bajando la inflación de tres dígitos a un dígito cada vez más cerca del objetivo de largo plazo de 3 por ciento. No solo tenemos un Instituto Nacional Electoral, que permitió que se pudiera romper el ciclo PRIísta de más de 70 años, que ofrecía muy pocas alternativas políticas, para la gran diversidad ideológica de nuestro país. No solo contamos con una Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, que institucionalizó las finanzas públicas sanas y permitió que el gobierno pudiera emitir bonos de 30 años denominados en pesos o de 100 años, denominados en dólares. No solo tenemos uno de los sistemas financieros mejor capitalizados del mundo, pudiendo ser el primer país en cumplir con los restrictivos criterios de capitalización y liquidez de Basilea III. No solo somos uno de los países con mayor número de tratados de libre comercio firmados en el mundo, que nos han permitido conectarnos a las cadenas de distribución mundial, entre muchas otras cosas. No solo tenemos un sistema de ahorro para el retiro que en lugar de ser un dinero que utilizaba el gobierno a su antojo en el pasado, ahora verdaderamente es un sistema de ahorro de los trabajadores.
Todo lo que he mencionado no está exento de problemas y sin duda es perfectible, pero han sido avances muy importantes, que nos han permitido tener resultados tan relevantes como el no observar niveles elevadísimos de inflación como en 1983 (117.3 por ciento), 1988 (179.7 por ciento) o 1995 (52 por ciento). Actualmente la inflación general de la primera quincena de abril fue de 2.08 por ciento anual, una de la más bajas de la historia (desde 1969). A su vez, esto ha permitido que las tasas de interés no estén en niveles como en 1983 (60.2 por ciento), 1988 (157.1 por ciento) o en 1995 (59.2 por ciento). La tasa de política monetaria hoy se encuentra en 6.00 por ciento. La inflación fue la que, en mi opinión, destruyó el poder adquisitivo de los ciudadanos. Destruyó sueños. Destruyó ahorros. Destruyó familias. Estas son las verdaderas razones por qué, aunque nos encontremos en la peor contracción económica de la historia, no vamos a experimentar una crisis como las de los ochenta y noventa.
Esta fuerte caída del PIB que vamos a experimentar en esta primera mitad del año no tiene que ver con la ideología, ni con el tipo de políticas públicas que se están instrumentando. Es decir, no es culpa de nuestro presidente. Esto claramente tiene que ver con las cuarentenas que se han tenido que instrumentar por la pandemia de COVID-19 que afectan a México, tanto por la recesión mundial que están causando, como por las propias políticas de confinamiento a nivel nacional. No obstante lo anterior, es en la recuperación en donde se podrán juzgar las políticas instrumentadas u omitidas del gobierno actual.
Twitter: @G_Casillas
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF.