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El Popol Vuh: la memoria del origen: Francisco Fonseca

Publicado por
José Cárdenas

Francisco Fonseca

 

 

En algún editorial reciente comenté sobre la historia, el recorrido y la cultura del pueblo maya, de su vocación a la sabiduría, de su aplicación del conocimiento en el contexto de las actividades humanas y de su relación misteriosa con las cosas del universo. Números, palabras, sonidos, colores, formas, volúmenes se convirtieron para los mayas en los vehículos más eficaces con los que construyeron su realidad cotidiana y su mundo alucinado. Así se creó y se formó la civilización maya, la más adelantada del continente americano.

 

Cientos y cientos de vestigios así lo dan a conocer. Arqueólogos, Antropólogos, Científicos, y aventureros mecenas han logrado escarbar y descubrir una pequeña parte de esta interesantísima civilización.

 

Desde la década de los sesentas del siglo 20 quedé fascinado de este maravilloso pueblo al conocer por primera vez Palenque, en donde tuve el privilegio de charlar dos veces con el famoso Arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier. Lo conocí porque un tío mío, José Castillo Priego, cuyo rancho estaba precisamente en el Municipio de Palenque, se hizo amigo de él. Su envolvente plática acerca del Templo de las Inscripciones y el descubrimiento que hizo de la tumba del gobernante Pakal me han acompañado toda la vida. Las veces que he vuelto a Palenque, cuyo nombre original es Bakal-Ha (lugar de ríos), me han traído ineludiblemente su recuerdo y sus palabras.

 

Quienes han tratado de desentrañar la esencia del pensamiento maya se preguntan admirados ¿cómo un pueblo de cerbataneros, de cazadores de pájaros pero dueño del fuego, fue capaz de dominar el tiempo, la ciencia y el arte? Y es que su vida diaria los hizo enfrentarse a la luz, a la sequía, al poder del viento, a la tormenta, a la selva, al mar, a los astros, a las enfermedades, al recuerdo de los ancestros y a la aparición de la progenie. Así lo consigna el Popol Vuh, el Libro de los Libros, la memoria del origen.

 

El Popol Vuh también es conocido como el libro de la comunidad o libro del consejo. Según su etimología, Popol significa reunión, comunidad o junta, mientras que la palabra Vuh se refiere a libro o papel. Aquí hago un paréntesis para preguntarme ¿porqué la palabra “vuh” tiene el mismo significado que en los siguientes lenguajes: buch (alemán), book (inglés), bok (sueco), bog (danés), boek (frisio), buka (sesoto), bukhu (shona), boek (neerlandés), y otros. ¿Porqué el Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Sudáfrica, Zimbabue, etc., tienen pronunciaciones muy parecidas para denominar “libro”, igual que los mayas? ¿Cómo se produjo este intercambio fonético entre estas varias culturas?

 

Al Popol Vuh se le ha llamado también el libro sagrado o la Biblia Quiché; sin embargo, es algo erróneo ya que no es un libro espiritual o de revelaciones divinas, simplemente en él se relatan aspectos referentes al origen del mundo, la creación del hombre y la civilización, así como los diferentes fenómenos que ocurren en la naturaleza.

 

En este documento se abarca una variedad de temas: primero se presenta una descripción del origen del mundo, de los animales y como fue el proceso para la creación de los hombres; segundo, se relatan las aventuras de los dioses de la mitología maya, Hunahpú e Ixbalanqué; y por último, se reflejan una serie de historias acerca de los pueblos indígenas, la migración, la conquista de territorios, sus guerras y el predominio de la raza quiché hasta un poco antes de la conquista española.

 

Decía el escritor y diplomático guatemalteco Miguel Angel Asturias que a través de las páginas del Popol Vuh uno asiste a las mil vicisitudes que tuvo que sufrir el pueblo quiché para alcanzar tan alto grado de saber y de gobierno. «Principiando el relato cuando se acabaron de medir todos los ángulos del cielo, de la tierra, la cuadrangulación, su medida, la medida de las líneas, en el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, de los cuatro rincones; reafirma lo decisivo de un saber encuadrante, matemático que antes, al ser ignorado, deshumanizaba a los hombres dejándolos a merced de las fuerzas ciegas de la naturaleza».

 

Al seguir la pista que dejaba en cada obra el pensamiento quiché, podemos suponer que el Popol Vuh relata -elevándolo a la categoría de destino- el desfile mágico de hombres transformados en los frutos de la tierra, en la savia de las plantas, en el oculto espíritu protector de los animales de la selva.

 

Los músicos, por ejemplo, hablaban del sol al encontrar el lenguaje solar impregnado en la madera, en la piedra, en el cuero de los tambores, en la caña agujereada. «Hay -continúa Asturias- una magia solar que al hacerla vibrar el músico, el compositor o el ejecutante, cobra existencia. Existe. ¡Es!”

 

Así narra el Popol Vuh que nació el hombre maya en este mundo, como obra fiel, como fruto de la ensoñación primera, elemental del gran alfarero, gran constructor de todo lo que existe.

Presea Ricardo Flores Magón

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx

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José Cárdenas