Frente a la batalla nada nueva entre virus y humanos, la viróloga molecular argentina Andrea Gamarnik, ganadora del prestigioso premio L’Oreal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”, reflexiona con tristeza sobre quién se está imponiendo.
“La están ganando los virus”, me dijo desde su casa en Buenos Aires, minutos antes de salir (con un permiso especial) hacia el laboratorio donde estudia el nuevo coronavirus que surgió el año pasado en China.
“No porque no tengamos el conocimiento y la capacidad para enfrentarlos, sino porque no los estamos utilizando correctamente”.
Aunque tienen muy mala reputación, los virus han sido una parte importante en nuestro proceso evolutivo.
“Nuestros sistemas inmunes han evolucionado para defendernos de distintos patógenos, de distintos virus a lo largo de la historia”, explica la doctora en farmacia y bioquímica.
El doctor Arturo Reyes-Sandoval está trabajando en el desarrollo de vacunas contra el zika, el chikungunya, el dengue y la malaria.
“Los virus han marcado la evolución de la vida en el planeta. Han marcado la evolución de los seres humanos, de las plantas, los animales”.
De acuerdo con la doctora Jennifer Cole, especialista en antropología biológica, existe evidencia de que los humanos han sido afectados por “cientos o quizás miles de epidemias en el transcurso de los últimos millones de años de evolución”.
“El ‘Proyecto 1000 Genomas’ ha revelado ‘huellas’ genómicas dejadas por epidemias virales antiguas que se desataron durante unos 50.000 años en 26 poblaciones humanas”, le dice a BBC Mundo la investigadora del departamento de Geografía de Royal Holloway, una escuela de la Universidad de Londres.
“Esto sugiere que los virus han impulsado un número particularmente grande de eventos adaptativos en diversas poblaciones humanas al provocar diferentes presiones selectivas en la evolución humana”.
El doctor Arturo Reyes-Sandoval, profesor en el departamento de Medicina de la Universidad de Oxford, le habla a BBC Mundo desde su casa en Inglaterra, donde está trabajando por recomendación del gobierno británico para evitar la propagación del coronavirus.
Explica que existen virus, algunos de los cuales se conocen como retrovirus, que pueden generar, a largo plazo, mutaciones en los seres humanos porque tienen la capacidad de integrarse a su ADN y a su genoma.
“Una de las consecuencias negativas es que dependiendo de dónde se inserte (el material genético del virus) puede causar mutaciones que tengan como consecuencia la aparición de un cáncer”.
Sin embargo, aunque tendamos a ver a los virus como agentes malos, en realidad algunos pueden llegar a ser buenos:
“Insertar secuencias genéticas puede ser beneficioso para los humanos o para los seres vivos porque pueden provocar en determinado momento la aparición de una proteína o de un fenómeno fisiológico que permita que surja alguna característica positiva”.
Según Cole, hay evidencia, por ejemplo, de que “una pandemia previa pudo ser la responsable de la mayor distribución en algunas poblaciones del alelo CCR5 Delta 32 que ofrece protección contra el VIH y el ébola”. (Un alelo es una de las dos o más versiones de un gen).
Pero, enfatiza la experta en salud pública y emergencias, “esto no da como resultado una población más fuerte en general, sino una que es diferente”.
De acuerdo con Reyes, se cree que entre 8% y 10% del genoma de los humanos es viral, “que proviene de algunos retrovirus que se han insertado con el paso del tiempo en los seres vivos”.
Pero no todos pueden insertarse. “Y hasta ahora no se conoce que el coronavirus tenga esa capacidad”.
“Me inclinaría a decir que este tipo de enfermedades infecciosas sí nos podría hacer más fuertes como especie, pero no por las razones clásicas en las que una especie pasa por un proceso de selección genética que la vuelve más resistente a las enfermedades”, indica Reyes.
Miembros del Laboratorio de Virología Molecular en el Instituto Leloir, en Buenos Aires. La doctora Andrea Gamarnik (abajo a la izquiera) ganó el prestigioso premio L’Oreal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia” en 2016.
Y es que -señala- muchos microorganismos a los que nos hemos expuesto a lo largo de miles de años nos han permitido ser más fuertes por un proceso de expresión de ciertos genes que inciden en nuestra respuesta biológica frente a algunas enfermedades infecciosas.
Pero ese no sería el caso de este nuevo coronavirus, aclara.
“El hecho de que estas infecciones virales produzcan pandemias hace que aprendamos a combatirlas y que empleemos las herramientas y los desarrollos científicos y tecnológicos para entender mejor cómo se esparcen los virus y cómo evitar que se propaguen tanto”.
Estudiarlos permite que se pueda comprender por qué infectan a ciertas poblaciones más que a otras y por qué se manifiestan de manera diferente en distintas personas; por qué hay individuos que presentan síntomas y otros que no o por qué en algunos casos los síntomas son tan graves que el paciente muere.
El conocimiento y las herramientas científicas y tecnológicas que desarrollemos por esta pandemia es lo que nos hará más fuertes y lo que nos ayudará a prepararnos para las amenazas sanitarias del futuro.
Cuando la científica argentina me dijo que la batalla la están ganando los virus, añadió: “Es que los recursos no están en los lugares correctos”.
“Cuando esto pase y tengamos mayor control de este virus, deberíamos replantearnos cuáles son las guerras que los humanos tenemos que enfrentar y qué armamentos necesitamos para enfrentarlas. No son bombas ni cañones, sino hospitales, servicios de salud, desarrollo científico y tecnológico”.
Aunque hemos experimentado pandemias a lo largo de la historia, no estamos preparados para afrontarlas, argumenta la viróloga argentina.
“Nuestras sociedades han tenido experiencias de grandes pandemias a lo largo de la historia y, sin embargo, no estamos preparados para afrontarlas. Esta emergencia mundial, nos está enseñando que nos falta mucho”.
“Me da una profunda tristeza ver el sufrimiento humano, pero también enojo por la falta de preparación que tenemos las sociedades para enfrentar este tipo de problemas”.
Aunque por casi 20 años Gamarnik se ha concentrado en estudiar el dengue, lo cual le ha permitido hacer importantes descubrimientos sobre ese virus, la emergencia internacional provocada por covid-19 la ha hecho unirse a los esfuerzos internacionales para frenar la pandemia.
Tras conocer sobre el nuevo coronavirus, la investigadora, quien es directora del Laboratorio de Virología Molecular en el Instituto Leloir, se puso a la orden del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina. Por eso cuenta con un permiso especial para salir, pues las autoridades le pidieron a la población quedarse en sus casas.
Cada día va al laboratorio, donde, junto a su equipo de investigadores, está trabajando a toda máquina en un método de diagnóstico para detectar el coronavirus.
“Los virus que tienen material genético en forma de ARN (ácido ribonucleico) son los que evolucionan muy rápidamente, como, por ejemplo, los virus del dengue, de la hepatitis, del zika, los coronavirus. Son capaces de adaptarse muy rápidamente a nuevos ambientes y esto lo hacen en tiempo récord”, indicó la científica.
Muchos de los grandes avances científicos han salido del estudio de los virus.
“Nos han enseñado cómo funcionan incluso las células. Estudios hechos en virus nos han permitido entender cómo funcionan diferentes aspectos de las células humanas”, indicó la investigadora argentina.
“El avance en el conocimiento sobre un virus, no solo su propagación sino cómo produce la infección y cómo reacciona el cuerpo humano, el sistema inmune, para defenderse del microorganismo también nos permite dar pasos hacia adelante como especie porque nos ayuda a protegernos’’.
Y quizás no hay mejor ejemplo de eso que el área en el que Reyes se especializa: las vacunas.
Como investigador independiente se concentra en el desarrollo de las vacunas contra el zika, el chikungunya, el dengue y la malaria.
“Algunas vacunas pueden llevar muchos años, 10, 20, 30 años en desarrollarse porque se requieren métodos estandarizados a nivel mundial que puedan confirmar que una vacuna es segura y que, además, protege”.
“Sin embargo, lo que nosotros hemos visto con el paso de algunas epidemias como la del zika, del chikungunya, de la influenza es que con el tiempo, el desarrollo y la implementación de nuevas tecnologías para prevenir y para tratar estas infecciones se hace cada vez más rápido”.
El químico expresa con asombro cómo a tan solo 60 días de que China publicara la información sobre el agente patógeno que causa la enfermedad covid-19 y la secuencia genética del virus, se probó la primera vacuna en un ensayo clínico en Estados Unidos.
Estados Unidos comienza a probar la primera vacuna en humanos contra el covid-19
“Eso es un tiempo récord”, indica. “Estamos reaccionando cada vez más rápido para atacar enfermedades de este tipo porque tenemos más conocimiento”.
“Yo pienso que saldremos de esta situación tan dura, seguramente más fuertes y más inteligentes, pero lo difícil será atravesar estos meses que tenemos por delante”, indicó la doctora Gamarnik.
La distancia social, adoptada en numerosos países tras la pandemia, es una medida crucial para frenar la propagación del coronavirus.
Y para eso, ya se están dando muestras de solidaridad y generosidad en diferentes partes del mundo, no solo para ayudar a los más vulnerables, sino para hacerle frente a una de las claves para evitar que el coronavirus se propague: el distanciamiento social.
Ya lo había dicho Aristóteles: los seres humanos son “animales sociales” y, por eso, es natural que busquen la compañía de los demás como parte de su bienestar.
La bioquímica resaltó que esta pandemia ha activado un trabajo colectivo que ha unificado a las personas y a la comunidad científica.
Cole, quien le respondió a BBC Mundo con ayuda del grupo de expertos que moderan de forma voluntaria la comunidad de Reddit dedicada al coronavirus, reflexiona que “la pérdida de vidas a gran escala parece hacernos reflexionar sobre el valor de la vida y las sociedades tienden a emerger más justas y compasivas de la pandemias”.
Hay motivos para no perder la esperanza.
La investigadora de la Universidad de Londres destaca cómo “las enfermedades infecciosas han disminuido en los últimos 150 años”:
De causar alrededor del 50-60% de todas las muertes en el mundo -señala- a provocar menos del 10% (con alguna variación de un año a otro).
La alteración del medioambiente facilita la introducción de virus que circulan en animales en la población.
“Es importante recordar que la mayor parte del éxito se debe a mejoras en el saneamiento y la higiene básica, así como a vacunas, antibióticos y avances médicos”.
“Por lo tanto, hay mucho que podemos hacer para prevenir la propagación del SARS-Cov2 en este momento, incluso antes de que se desarrolle una vacuna”, precisa.
Muchos expertos creen que también es importante recordar las consecuencias de nuestro impacto en el planeta.
“Muchas epidemias surgen o se incrementan por alteraciones del medio ambiente causadas por el hombre que se podrían evitar, por ejemplo: la destrucción de bosques y de la vida silvestre, el cambio climático”, dijo Gamarnik.
“Son acciones que facilitan de alguna forma la introducción de virus que circulan en animales y empiezan a incorporarse a la población humana”.
Una actitud proactiva también será clave para emerger de esta pandemia, como me lo planteó la bióloga venezolana Irene Bosch, quien junto a su equipo del laboratorio E25Bio, desarrolló una prueba de diagnostico rápido para detectar el coronavirus que se encuentra en fase de validación clínica.
“Con un poco de ciencia, metodología y tecnología vamos a vencer este tipo de problemas. Y esa quizás será la manera en que vamos a evolucionar, siempre pensando de forma proactiva y no reactiva”.
Fuente: Animal Polìtico