El papa Francisco llamó el domingo a la solidaridad en todo el mundo para enfrentar el «desafío de la época» que plantea la pandemia de coronavirus. Instó a los líderes políticos en particular a dar esperanza y oportunidad a los trabajadores despedidos.
En su tradicional discurso de Domingo de Resurrección, Francisco pidió que, para calmar los conflictos y las crisis financieras en todo el mundo, los gobiernos alivien sanciones, condonen deudas y cesen el fuego.
Francisco y los católicos de todo el mundo celebraban un solitario Domingo de Pascua, obligados a pasar el día más alegre del calendario litúrgico cristiano entre los dolorosos recordatorios de la devastación provocada por la pandemia.
Dio oraciones especiales por los enfermos, los muertos, los ancianos, los refugiados y los pobres. También ofreció agradecimiento y aliento a los médicos y enfermeras que han trabajado «hasta el agotamiento y con poca frecuencia a expensas de su propia salud».
El pontífice exhortó a la Unión Europea a dar un paso adelante al «desafío de la época» planteado por Covid-19 y resistir la tendencia al egoísmo y la división. Recordó que Europa se levantó nuevamente después de la Segunda Guerra Mundial «gracias a un espíritu concreto de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado».
“Este no es un momento para el egocentrismo, porque el desafío que enfrentamos es compartido por todos, sin distinguir entre las personas», afirmó.
Normalmente, la Plaza de San Pedro estaría llena de flores frescas en el Domingo de Resurrección, con tulipanes y orquídeas convirtiendo la columnata de la plaza en un festival de color, subrayando el mensaje de renacimiento y vida del feriado. Sin embargo, este año la plaza de adoquines se veía desierta. Barricadas policiales rodeaban el lugar, impidiendo el acceso cuando normalmente habría decenas de miles de personas para escuchar la bendición del pontífice “Urbi et Orbi” (“A la ciudad y el mundo”).
Como los sacerdotes de todo el mundo, Francisco celebró la misa en una basílica casi vacía mientras los fieles lo veían desde casa por televisión o internet.
En lugar de aparecer a mediodía para su bendición ante la basílica, se esperaba que hablara ante la tumba de San Pedro, subrayando la soledad que afrontaba toda la humanidad en medio de cuarentenas y órdenes de confinamiento para evitar los contagios.
Era una escena repetida en todo el mundo, con los fieles o bien en casa o bien practicando el distanciamiento social en las iglesias donde aún se celebraban misas públicas.
En su vigilia del sábado por la noche, Francisco instó a los fieles a no dejar que la soledad y el dolor de la pandemia de COVID-19 les prive de la esperanza por un futuro mejor.
“Esta noche adquirimos un derecho fundamental que nunca nos podrán quitar: el derecho a la esperanza”, declaró Francisco.
Fuente: Excélsior