La rápida propagación del COVID-19 originario de Wuhan encendió las alarmas de la comunidad internacional, que lucha por comprenderlo y por descubrir cómo el virus logró llegar a casi todo el mundo en apenas tres meses, como es el caso de un estudio alemán, publicado el miércoles 3 de abril en la revista científica Nature.
Dicho estudio revela que el COVID-19 se multiplica mucho más y en mucho menos tiempo que su hermano, el virus del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), otro coronavirus que apareció en China en 2002 y mató a casi 800 personas antes de que una campaña internacional cortase la epidemia. La carga viral del nuevo coronavirus es mil veces superior.
Las nueve personas analizadas para realizar el estudio se infectaron en un mismo brote descubierto en Múnich el 27 de enero. El estudio no lo dice, pero por la fecha se trata de los primeros contagiados en Europa: un grupo de trabajadores de la empresa de productos automovilísticos Webasto que hicieron un curso de formación junto a una compañera china. De este mismo brote también salió el turista alemán de La Gomera que fue el primer caso confirmado en España. El seguimiento de los nueve pacientes, llevado a cabo por el médico Clemens Wendtner, muestra que el virus no solo se multiplica en los pulmones como el SARS de 2002, sino que también se replica mil veces más en la garganta durante la primera semana con síntomas.
El equipo de Wendtner, del hospital de Schwabing-Múnich, analizó muestras de la garganta, de los pulmones, de los esputos, de las heces, de la orina y de la sangre de los pacientes para entender el comportamiento del COVID-19.
En las personas con un cuadro leve, que fueron casi todas, los investigadores aislaron virus activos en la garganta y los pulmones solo hasta el día ocho tras el inicio de los síntomas. El pico de carga viral se alcanzó antes del día cinco. En el virus del SARS de 2002, ese pico, mil veces menor, se alcanzaba entre 7 y 10 días después del inicio de los síntomas. La diferencia es crucial, porque la potente y rápida excreción de virus en la garganta de personas con síntomas muy leves las convierte en bombas de tiempo para la propagación de la enfermedad.
“Asusta y tiene implicaciones”, afirma la viróloga española Margarita del Val sobre el nuevo estudio, en el que no ha participado. “Ya sabíamos lo contagioso que es el virus. Aquí demuestran por qué lo es”, explica. El COVID-19 y el virus del SARS de 2002 utilizan una misma puerta de entrada al organismo humano: la proteína ACE2, que se expresa en la superficie de las células de los pulmones. Es como una cerradura que los virus abren con una llave: su proteína S. El análisis alemán sugiere que una mutación en esta llave permite que el COVID-19 abra otra puerta: la de las células de la garganta.
“Este estudio también trae buenas noticias: no han encontrado virus activos ni en la sangre ni en la orina ni en las heces”, señala Del Val, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid. Los análisis de sangre de los nueve pacientes muestran que la mitad de ellos presentaban anticuerpos contra el virus en el día siete y todos ellos lo hacían el día 14. Sin embargo, según advierten los científicos alemanes, “los niveles de anticuerpos neutralizantes no sugieren una estrecha correlación con el curso clínico de la enfermedad”. La aparición de los anticuerpos —generados por el cuerpo humano para defenderse del invasor— no implica la eliminación inmediata del virus.
Los autores del estudio alertan de que las futuras vacunas enfocadas a instigar la producción de anticuerpos tendrán que “inducir respuestas muy fuertes para ser efectivas”. Margarita del Val cree que esto es un espaldarazo a la estrategia del virólogo español Luis Enjuanes, cuyo equipo en el Centro Nacional de Biotecnología trabaja para obtener una vacuna a partir de una versión atenuada del virus, capaz de desencadenar una respuesta inmune completa sin causar la enfermedad.
Cuatro de los nueve pacientes de Múnich comunicaron una pérdida del olfato y del gusto, mucho más fuerte y duradera que la típica de un resfriado común. Hace ya semanas que agrupaciones médicas de varios países, como la Sociedad Española de Neurología, recomiendan el aislamiento preventivo de las personas que estos días pierden el olfato de manera repentina y sin causa aparente. Según el nuevo estudio, este síntoma podría estar relacionado con la intensa multiplicación del virus en las células del tracto respiratorio superior, desde la nariz a la garganta.
El análisis de los nueve pacientes alemanes sugiere que el virus ataca el cuerpo humano en “dos oleadas”, en palabras de Margarita del Val. La primera, concentrada en la garganta y con síntomas leves o indetectables, facilitaría la diseminación explosiva del virus. En la segunda fase, solo presente en una minoría de los enfermos, la multiplicación del virus se concentraría en los pulmones, de manera similar al SARS de 2002, con neumonías que pueden llegar a ser letales.
Dos de los nueve pacientes alemanes llegaron a mostrar indicios preliminares de neumonía. En sus esputos, el virus se mantuvo en niveles altos hasta los días 10 y 11. Según los autores, estos resultados sugieren que, en los casos leves, los médicos podrían dar el alta hospitalaria a los pacientes a partir del día 10, si la presencia de ARN del virus en sus esputos es baja. Para evitar el “pequeño riesgo residual de infectividad”, los investigadores recomiendan el aislamiento domiciliario de estas personas hasta la curación total.
Fuente: La Razón/Nature