La guerra comercial entre China y EE.UU. y la batalla del 5G tienen su continuación en el nuevo escenario mundial de crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus. Acusaciones cruzadas, guerra de información, carrera precipitada por conseguir la vacuna y por influir económicamente en el escenario de crisis que se abra tras la pandemia. Todos ellos son factores que configuran la nueva “guerra fría” entre las dos potencias que se desarrollará en un mundo cargado de incertidumbres que en el horizonte deja el coronavirus.
Mientras Donald Trump lleva días hablando de “virus chino” en sus comparecencias diarias ante la prensa, medios oficiales chinos dejan caer cada vez con más insistencia que la “teoría del complot” -el virus habría llegado a China de la mano de soldados estadounidenses que participaron en los Juegos Militares de octubre en Wuhan- cobra cada vez más sentido. Una teoría evocada por la propia cancillería china que llevaron a que el Departamento de Estado de EE.UU. llamara a consultas al embajador chino en Washington. Un tira y afloja con una guerra de información destinada al consumo mundial en plena situación de pandemia.
Pese a que en un principio China no puso en duda el origen del brote en el país, posteriormente referentes de su comunidad científica mostraron otra visión. En enero, Gao Fu, director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, dijo que sabían que la “fuente del virus eran animales salvajes vendidos en el mercado” de animales vivos de Wuhan. Sin embargo, con el paso de las semanas, otros científicos chinos más o menos cercanos al poder fueron matizando sus teorías sobre los orígenes del virus hasta conseguir instalar la idea de que pudo venir de fuera. Esta fase coincidió con un escenario complicado para Pekín: el gobierno chino se encontraba ante una situación complicada. Habían circulado numerosas informaciones sobre la mala gestión de la crisis en Wuhan. Faltaban suministros y médicos en los hospitales.
Así, ya a finales de febrero el respetado científico Zhong Nanshan manifestó ante periodistas que “la epidemia apareció por primera vez en China, pero no necesariamente se originó” en el país. Declaraciones como ésta fueron contestadas desde diversos estamentos de la sociedad estadounidense.
La comunidad científica parece estar de acuerdo en que el virus cruzó la barrera de las especies, de animal a ser humano, en uno de los mercados de Wuhan. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que pese a que el recorrido exacto que hizo el virus hasta saltar a los humanos aún no está claro, el virus “no era conocido antes del brote que comenzó en Wuhan, China, en diciembre de 2019”.
Cambio de estrategia china
Cuando el confinamiento chino logró resultados sanitarios y el país logró salir de la urgencia, la estrategia geopolítica respecto al virus cambió. China logró aplanar su curva de contagios y el epicentro se trasladó a Europa, fundamentalmente a Italia y España hace dos semanas. Y China pasó de una actitud defensiva a una ofensiva diplomática para lavar su imagen buscando diluir responsabilidades en el origen del virus. Los últimos anuncios de compromiso de ayudas y asesores chinos para combatir la pandemia a múltiples países, entre otros Italia y España, irían en ese sentido.
Lejos de calmar las aguas con Washington, Pekín subió el tono el pasado martes con la expulsión de China de los periodistas de nacionalidad estadounidense de tres periódicos de referencia de ese país (The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal), en réplica a la salida forzosa de sesenta empleados chinos de medios de su país en suelo estadounidense.
La idea que se difunde en los discursos y los medios oficiales chinos es que se ha sabido derrotar al virus con eficacia con medidas duras, de un confinamiento total, pero finalmente eficaces. Las imágenes de envío de material y personal médico a otros países subrayan el mensaje de que China es una potencia responsable que apoya a países que lo necesitan.
Cambio de estrategia de Trump
Pero el cambio de estrategia no vino sólo del lado chino y aún fue más evidente desde la Casa Blanca que pasó en poco tiempo de minimizar ek problema a considerarlo una crisis mundial. El gran punto de inflexión para EE.UU. llegó el pasado 11 de marzo, cuando Trump se dirigió a la nación para comunicar el veto a los viajes desde Europa y las líneas maestras de los estímulos económicos que pensaba impulsar para contener el desplome económico. Entonces ya remarcó que se trataba de un “virus extranjero” que se había originado “en China”. Después de semanas quitándole importancia, Trump ha admitido que con esta crisis se enfrenta a algo equivalente a una guerra.
La crisis pone en evidencia uno de los puntos más débiles del sistema estadounidense: su sanidad en un año electoral. Los ataques a China pero también las medidas económicas impulsadas, con cheques directos al ciudadano, buscan paliar ese talón de Aquiles.
Carrera por la vacuna
En este contexto se entiende también la carrera, precipitada y casi sin tregua, entre ambas potencias por hallar la vacuna contra el coronavirus.
Cada anuncio de un país relacionado con la investigación de este virus se ve respondido con otro de mayor magnitud por parte del otro.
En China, el Ejército asegura haber desarrollado ya con éxito una vacuna que va a probarse en seres humanos. Con 108 voluntarios sanos de entre 18 y 60 años, los ensayos clínicos durarán hasta finales de año. Eso significa que, en caso de que funcione, no estará disponible hasta mediados del próximo año, como ya ha advertido la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según informa el periódico «South China Morning Post», casi mil científicos están buscando en este país el antídoto para el coronavirus con distintos métodos, incluyendo una vacuna inactivada, una viral y una genética. Todas ellas ultiman sus estudios antes de lanzarse a los ensayos clínicos el próximo mes. “La investigación de China en el desarrollo de una vacuna para el coronavirus está, hablando en general, entre las más avanzadas del mundo. No seremos más lentos que otros países”, prometió el martes en una rueda de prensa en Pekín Wang Junzhi, miembro de la Academia de Ciencias encargado del control de calidad de productos biológicos.
Del otro lado, en EE.UU., durante su primera rueda de prensa sobre la crisis del coronavirus, el pasado mes de febrero, y cuando aún no le otorgaba la importancia actual, el presidente Donald Trump dijo que su prioridad era desarrollar una vacuna, algo a lo que ha dedicado parte de los 8.300 millones de dólares que pidió en el primer paquete de ayudas para frenar el contagio. «Estamos desarrollando rápidamente una vacuna, y es algo que está saliendo muy bien», dijo entonces el presidente.
Los 45 pacientes en la primera prueba de la vacuna, de entre 18 y 55 años, recibirán dos dosis en un periodo de 28 días. Se les ha dividido en tres grupos, según explica la Casa Blanca, cada uno de ellos con una dosis diferente, para poder medir el efecto. En cualquier caso, y si la prueba tuviera éxito, esa vacuna aun tardaría como mínimo un año
La carrera por la vacuna y en definitiva, por influir en el escenario que deje tras su paso la pandemia, podría emular otrora a la carrera espacial con la diferencia de que se produce en un contexto de crisis mundial con cientos de personas muriendo a diario.
Fuente: radio.uchile.cl