Las estrictas medidas contra el coronavirus que ha tomado Italia han obligado al Vaticano a cerrar también la Basílica y la plaza de San Pedro a los turistas. Los fieles podrán seguir acudiendo al templo a rezar, aunque las misas y celebraciones religiosas están prohibidas en todo el país.
La Santa Sede ya clausuró los Museos Vaticanos, que permanecerán cerrados, como todos los museos italianos, hasta el 3 de abril. También han decidido no abrir la oficina de correos en la plaza, que atrae a muchos turistas, además de la librería y una cafetería para empleados en el interior del pequeño estado.
Todo ocurre mientras los 60 millones de italianos se van acostumbrando poco a poco a las estrictas medidas contra el coronavirus. El balance de ayer por la tarde era preocupante: 9.172 casos diagnosticados, entre ellos 7.985 actualmente enfermos (1.600 más en 24 horas), 724 curados y 463 fallecidos. Son 97 muertos más en un día, todas “personas frágiles y con patologías previas”, según el jefe de la Protección Civil italiana, Angelo Borrelli.
Calles vacías, sólo dos personas a la vez en la farmacia, avisos en los supermercados… los italianos se acostumbran a una nueva vida
En el primer día de confinamiento, las calles de Roma estaban mucho más vacías que de normal. Había quien acudía a hacer la compra, porque está permitido salir de casa para necesidades básicas como la alimentación, aunque el Gobierno recomienda quedarse en casa lo máximo posible. En el supermercado avisaban que todo el mundo debe permanecer a un metro de distancia
En la farmacia obligaban a hacer cola fuera para que no hubiesen más de dos personas a la vez en el establecimiento y a lavarse las manos con gel desinfectante. Muchos iban con mascarillas por la calle. “¿Quedan mascarillas?” preguntaba un hombre que se había recorrido tres farmacias. La respuesta de la farmacéutica era, de nuevo, negativa. Aunque las autoridades médicas recuerdan que sólo sirven para proteger a los enfermos o al personal sanitario, las mascarillas siguen siendo un bien muy buscado por las italianas.
“Si nos dicen que hemos de actuar así, qué le vamos a hacer”, se resignaba Alessandra, que iba a trabajar a una tienda de ropa infantil. El trabajo está permitido y también funciona el transporte público, aunque el Gobierno anima a quien pueda a seguir la jornada laboral desde sus domicilios.
En Roma, cientos de personas se han dirigido a la estación ferroviaria central, la de Termini, para volver a sus ciudades y pueblos de origen, conscientes de que esta situación irá para largo y así poder pasar el aislamiento “cerca de la familia”, contó a Efe Melissa, estudiante procedente de Fondi, en el centro del país.
Se han cancelado entre un 60 % y un 70 % de los trenes por baja demanda, explican fuentes de Trenitalia, especialmente los que van a ciudades del norte como Milán o Venecia, más afectadas por el coronavirus, mientras que en la estación aparece insólitamente vacía y con controles policiales y militares. La gente llega algo desorientada a los controles, donde los agentes cubiertos con guantes y mascarillas reparten el módulo de autocertificación que deben rellenar para viajar y en el que indican el lugar de origen, destino y el motivo del viaje.
Quienes quieran desplazarse tendrán que hacerlo rellenando el mismo módulo que empezó a distribuir ayer, en un principio sólo para la Lombardía y las 14 primeras provincias, que ahora valdrá para toda la península. Los ciudadanos deben declarar conocer las medidas del último decreto para contener el contagio e indicar uno de los cuatro motivos por el que incumplen el aislamiento: exigencias laborables comprobables, situaciones de necesidad, motivos de salud o bien regreso al propio domicilio. De engañar a las autoridades se arriesgan a mínimo tres meses de cárcel.
Fuente: Vanguardia