En 2016, México llegó a ser el cuarto productor mundial de sorgo, cultivo que ocupa el tercer lugar en extensión de tierra cultivada en este país, después del maíz y el frijol. El principal uso que le damos los mexicanos es como alimento para ganado, pero investigadores del Colegio de Posgraduados (ColPos) han desarrollado variedades resistentes a los diferentes climas del territorio nacional y afirman que existe un enorme potencial para su aprovechamiento como alimento humano y materia prima para biocombustibles.
El doctor Leopoldo Ernesto Mendoza Onofre es pionero en el estudio científico del mejoramiento genético del sorgo en México, desde los años 70 ha trabajado en proyectos de investigación para desarrollar variedades de sorgo resistentes al frío que podrían beneficiar a los agricultores de los valles centrales del país, pues actualmente es difícil su crecimiento a más de mil 800 metros sobre el nivel del mar.
En entrevista con Crónica, este profesor e investigador del ColPos describe a México como un país enormemente diverso en geografía, clima, vegetación, tipo de alimentación, cultura, arte y paisaje. Esa misma diversidad ha planteado retos a los expertos en agrociencias para mejorar las variedades de cultivos y poder satisfacer las necesidades de la sociedad.
En el caso del sorgo, que es un cultivo originario de India y que crece con más facilidad en climas tropicales, Mendoza Onofre y sus compañeros han dedicado muchos años a evaluar y aplicar diversas técnicas de mejoramiento genético que mejoren características como la altura de la planta, el grosor del tallo o la forma del racimo que contiene a las semillas. Además, también han trabajado para mejorar características fisiológicas, como la resistencia al frío, al calor, a plagas, a enfermedades y la producción de semilla híbrida de sorgo que cumpla con los requisitos de calidad que los productores y la industria demandan.
“Con las líneas tolerantes al frío desarrolladas en el ColPos se han formado híbridos que se han evaluado en experimentos ubicados en localidades de Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Sinaloa, Morelos, Oaxaca, Tamaulipas, Estado de México y Puebla. En estos experimentos se han incluido híbridos con ambos progenitores tolerantes al frío o híbridos en los que sólo un progenitor es tolerante”, informó el doctor Mendoza.
En el ColPos cuentan con los títulos de obtentor del gobierno mexicano de cuatro progenitores femeninos y tres masculinos de híbridos tolerantes al frío y han identificado híbridos que pueden tener éxito comercial en regiones cálidas como San Juan del Río, Querétaro; Izúcar de Matamoros, Puebla; o en Chapingo, Estado de México, donde han establecido lotes de demostración.
SIEMBRA Y COSECHA. Nacido en la colonia Guerrero, de la Ciudad de México, Leopoldo Mendoza vivió en un ambiente familiar rodeado del cariño de sus padres, originarios de la Mixteca alta de Oaxaca y quienes impulsaron sus estudios infantiles y juveniles. Su mamá trabajaba como archivista en la Secretaría de Educación Pública (SEP) y su papá era comerciante. Gracias a ambos estudió inglés y francés antes de entrar a la universidad.
Por vocación propia, decidió estudiar la carrera de Ingeniero Agrónomo, especialista en Fitotecnia, en los años en los que la Escuela Nacional de Agricultura (actual Universidad Autónoma Chapingo) era una institución educativa militarizada e internado, donde se entraba al terminar la secundaria, con beca completa pagada por el gobierno de la república.
“Teníamos que concentrarnos en cumplir con las exigencias de los estupendos y experimentados maestros que nos impartían clases en las diversas ramas de la agronomía. Después de tres años de preparatoria agrícola se ingresaba a la especialidad (Economía, Industrias, Fitotecnia, Zootecnia, Parasitología, Bosques, Irrigación y Suelos) donde se permanecía durante cuatro años. En ningún año escolar podía alguien “repetir” alguna materia, pues solamente había oportunidad de reprobar una vez, en cuyo caso se sometía a un examen extraordinario y de no aprobarlo causaba baja. De ninguna manera podía haber estudiantes “fósiles” en Chapingo”, narra el doctor en Ciencias, con posgrados en el ColPos y en la Universidad de Nebraska.
Desde joven se interesó en la genética vegetal, la fisiología vegetal, y la experimentación agrícola en especies agrícolas anuales y perennes que le atraían sobremanera. Sin saberlo, en ese momento, se convertiría en 1974 en el primer investigador mexicano dedicado exclusivamente al sorgo. A partir de ahí inició un largo recorrido académico que no sólo le ha llevado a desarrollar variedades, sino a acompañar la transferencia de la tecnología y a formar recursos humanos.
Uno de los problemas más complejos que observa es cómo lograr que las aportaciones de los científicos sean mejor aprovechadas por el país. Sobre ese tema señala debilidades y fortalezas.
“En México no hay una instancia federal, estatal o municipal que específicamente se responsabilice de la transferencia de tecnología, pues la figura de “Extensionista Agrícola” desapareció del mapa durante la etapa neoliberal (…) Aun así, considero que el Conacyt, a través de sus convocatorias mixtas, sectoriales, programas especiales de apoyo a investigación básica y aplicada, padrón de postgrados de excelencia, entre otros, hace un esfuerzo por coordinar la investigación y atender la demanda de la sociedad rural y urbana, así como de la producción de materia prima para la industria alimenticia y farmacéutica”.
Al reflexionar sobre posibles consejos que daría a investigadores jóvenes, en el complejo contexto mexicano, subrayó que “es necesario que los jóvenes investigadores aprendan a trabajar en equipo, reconozcan que la solución a los problemas requiere de una visión holística, multifactorial y multidisciplinaria, generalmente a largo plazo; y que es indispensable mantener los principios éticos, de rendición de cuentas y responsabilidad social que caracterizan a la ciencia pública mexicana”. (ANTIMIO CRUZ BUSTAMANTE. CRÓNICA)